La luz roja del semáforo es la señal para que Ignacio Moisés Corea Sánchez saque de su bolso un par de palillos chinos y comience a hacer malabares en medio de los vehículos y motocicletas que transitan en Managua, capital de Nicaragua.
Este hombre de 44 años se desplaza en zigzag con unos patines que lucen desgastados y en sus manos juega con los palillos, que lanza al aire con elegancia y habilidad, desafiando la gravedad. Corea tiene aproximadamente tres minutos para demostrar a los conductores su habilidad y llamar su atención.
Su piel maltratada por el sol habla de las largas horas que pasa en las principales avenidas de la capital, donde la temperatura llega alcanzar los 39 grados centígrados.
Corea relata a la Voz de América que a través de su arte ha encontrado una forma de subsistir en el país, golpeado por una crisis política en 2018 y ahora por la COVID-19.
Relata que aprendió a hacer malabares hace varios años cuando se dedicaba a la venta de artesanías.
“Yo soy artesano y de ahí conozco a extranjeros. Un extranjero me enseñó los puntos básicos y la práctica para hacer malabares y luego una amiga me prestó los patines y se me vino la combinación de las dos cosas”.
Empujado por la necesidad de sobrevivir y la falta de demanda en su antiguo negocio, se vio forzado a poner en práctica sus habilidades en los semáforos de Managua, donde también se encuentran niños y adultos vendiendo productos.
“Prácticamente la misma necesidad de la vida me empujó a esto. Me di cuenta de que podía trabajar honradamente en los semáforos”, comenta Corea.
Años atrás este hombre tenía el doble de ingresos económicos que los actuales, pero después de las protestas y la pandemia se redujeron considerablemente.
“No sé cómo vayan a ver esto, pero antes de la crisis política me daba para subsistir, ahora está duro. Agarro menos de la mitad de (dinero) de antes. Antes ganaba mucho más. Con la pandemia se ha agudizado”, comenta.
Desde que surgieron los primeros casos de COVID-19, algunos ciudadanos evitaron tener contacto con las personas que trabajan en los semáforos de Managua. Distanciamiento que Ignacio decidió respetar.
“Cuando me dan dinero, le echan alcohol (al dinero) y yo trato de no agarrarles la mano por respeto. Tampoco uso mascarillas, porque por los ejercicios que hago no puedo hacerlo, requiero bastante oxígeno”, señala.
En otros puntos de Managua, ciudadanos también afrontan el desempleo vistiéndose con trajes de Spiderman y los villanos del cine.
El desempleo en aumento
De acuerdo con proyecciones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en caso de que la pandemia se extendiera únicamente por tres trimestres consecutivos, al menos unos 79.800 nicaragüenses terminarían desempleados al cierre del año 2020.
Otras instituciones como la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (FUNIDES), estiman que por el impacto que tendrá la crisis sanitaria generada por el nuevo coronavirus entre 59.000 y 123.000 personas pasarían a engrosar la lista de desempleados este año.
Las proyecciones de desempleo no han sido desmentidas por el gobierno del presidente Daniel Ortega, pero éste no ha anunciado medidas financieras para los sectores más vulnerables de Nicaragua pese a ser el segundo país más pobre de Latinoamérica.
"No se ha dejado de trabajar, porque aquí, si se deja de trabajar, el país se muere. Y si el país se muere, el pueblo se muere, se extingue", dijo Ortega en un discurso reciente tras 34 días sin aparecer en público en medio la pandemia.
Mientras tanto, los semáforos se llenan cada vez más de trabajadores informales que luchan para sobrevivir en medio del panorama desolador del coronavirus y el creciente desempleo.