Corría el año 2018 cuando el banquero privado Matthias Krull aterrizaba en el aeropuerto internacional de Miami, en Florida. Nada le hacía presagiar que, a partir de ese momento, todo cambiaría.
Fue arrestado en las instalaciones aeroportuarias y procesado por lavado de dinero. Su delito: actuar como el enlace para que las élites venezolanas cercanas al chavismo pudieran lavar dinero a través de cuentas suizas.
La ejecución del plan
La sociedad más adinerada de Venezuela tenía que contar con un plan perfecto, que no levantara sospechas, que permitiera transformar ese dinero ilícito en algo completamente legal. Pero, ¿cómo se ejecutaba el plan? Los ricos venezolanos utilizaban cuentas bancarias en Suiza, un país que hasta hace muy poco tiempo era considerado un paraíso fiscal.
De esta manera, el dinero podía permanecer en bancos suizos sin que ningún organismo internacional pudiera controlar la presencia de las cuentas.
La participación de Krull
Matthias Krull era la persona encargada de hacer el enlace entre los ricos venezolanos y el Banco Suizo trabajando para el Grupo Julius Baer. Lo hizo durante dos décadas. Un juego en el que todos ganaban. Unos para poder esconder dinero con seguridad, y otros para tener más poder con el incremento de las arcas.
Las autoridades federales ya lo venían siguiendo muy de cerca y no fue hasta que pisó territorio estadounidense que pudieron tenerlo en su custodia. Fue procesado por la justicia norteamericana y estuvo obligado a llevar una tobillera para que no pudiera escapar del país.
Los antecedentes
En agosto de 2018, Krull, de origen alemán, se declaró culpable de lavado de dinero en una operación que permitió blanquear 1.200 millones de dólares desfalcados a Petróleos de Venezuela, SA (PDVESA).
Krull reveló que en 2014 su plan pretendía defraudar alrededor de 600 millones de dólares de la petrolera venezolana con sobornos y malversación. Al año siguiente, en 2015, la trama dobló la cantidad ascendiendo hasta los 1.200 millones de dólares a través de falsos préstamos. Después de presentarse todas las evidencias, el banquero de 47 años admitió los hechos.
¿Quién estaba involucrado en el caso?
Según los documentos oficiales del Departamento de Justicia de Estados Unidos, además de Krull, en la demanda de conspiración para cometer lavado de dinero también estaban involucrados Abraham Edgardo Ortega, que había ejercido de director financiero de PDVSA; Carmelo Urdaneta, exasesor legal del Ministerio de Petróleo y Minería de Venezuela; Francisco Convit Guruceaga, un magnate vinculado a la industria del petróleo y del gas venezolanos; y José Vicente Amparan Cróquer, considerado un experto en el lavado de dinero en la industria del petróleo en Venezuela.
Los “beneficios” de declararse culpable
La admisión de culpabilidad por parte de Krull, sin duda, le conllevó algunos beneficios que, de lo contrario, no habría conseguido. El juez redujo su condena original de 10 años de prisión en un 65%. También pudo quitarse el brazalete con el que el Departamento de Justicia seguía sus movimientos.
Pero las autoridades de Estados Unidos, al mismo tiempo, han salido ganando. Han podido ampliar, aún más, el cerco en esta importante operación anticorrupción y de lavado de dinero. Krull se ha convertido en el testigo clave de la investigación criminal conocida como Operación Money Flight. ¿El objetivo? Dar con las élites venezolanas afines al chavismo que se han enriquecido a través del lavado de dinero de la industria petrolera.
Su colaboración con la justicia estadounidense ha puesto al descubierto un sinfín de empresas fantasma situadas en otros paraísos fiscales como Antigua, Hong Kong o Malta, donde estos magnates podían esconder el dinero sin temor a ser investigados por algún organismo internacional.
Su estrecha relación con la fiscalía también ha permitido que otros banqueros suizos den el paso y testifiquen ante la justicia norteamericana sobre estos casos.
Krull y su relación con la élite venezolana
El banquero alemán llegó a Venezuela cuando tenía 7 años junto a su familia. Ahí estudió en una escuela privada alemana de Caracas, donde asistían algunos de los hijos de magnates del país. Gracias a eso, pudo montar una red de contactos que, más tarde, le serviría para formar una trama perfecta para desviar dinero ilícito a paraísos fiscales.
Lo hizo cuando Hugo Chávez estaba en el poder y en un momento en el que la industria del petróleo vivía su época dorada. Los precios del crudo registraban unas cifras récord y los millonarios venezolanos buscaban alternativas para poder mantener sus riquezas en otros países.
En declaraciones a la agencia Associated Press (AP), que habló con él recientemente, comentaba que “la broma entre los banqueros (de esa época) era que el dinero estaba tirado en el piso, sólo había que tomarlo”.
Su acercamiento al entorno de Nicolás Maduro
El trabajo de Krull en el Grupo Julius Baer cada vez le iba mejor y el alemán se hizo un nombre entre los magnates del petróleo. Su popularidad hizo que incluso los hijastros del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se acercarán a él en busca de sus servicios.
La agencia AP en un informe, citando fuentes conocedoras del caso, explica que en 2017 hubo una reunión en las oficinas del ahora fugitivo Raúl Gorrín, presidente de Globovisión y de la aseguradora La Vitalicia. En ese encuentro había “tres hombres vestidos con pesadas cadenas de oro y gorras de béisbol que fueron presentados como ‘Los Chamos’”, la jerga venezolana para referirse a “los niños”.
Esos tres hombres eran en realidad los hijos de Cilia Flores, la esposa de Nicolás Maduro. Krull, pese a no estar muy convencido porque no comulgaba con las políticas del actual mandatario venezolano, accedió a ayudarlos.
Este movimiento hizo que su nombre apareciera como uno de los señalados por Estados Unidos por formar parte de una conspiración para sacar esos 1,200 millones malversados. Los hijastros de Maduro, sin embargo, no han sido acusados, según revela el informe.
Su nueva vida
Después de estos años de incertidumbre, Matthias Krull empieza a ver la luz al final del túnel. En julio deberá empezar su sentencia de prisión durante 42 meses. Después de ese tiempo, confía en cerrar un capítulo oscuro de su vida y, de alguna manera, rehacer una nueva alejado de los “bolichicos”.