La oposición mayoritaria venezolana participará en las elecciones regionales del 21 de noviembre luego de un período político que ha desgastado sus liderazgos, sin pronóstico de victoria y, por el contrario, ello puede simbolizar el fin del gobierno interino de Juan Guaidó, advierten analistas.
La Plataforma Unitaria que respalda a Guaidó como presidente interino de Venezuela anunció este martes su participación en las elecciones del 21 de noviembre, que renovarán las gobernaciones, alcaldías y concejos municipales.
Su decisión representa el retorno a la arena electoral tras cuatro años de ausencia. La oposición boicoteó por ilegítimas las elecciones municipales de diciembre de 2017, las presidenciales de 2018 y las parlamentarias de finales de 2020. En ninguna de esas votaciones, presentó aspirantes.
Ahora, en el marco de un proceso formal de negociaciones con el gobierno de Nicolás Maduro que inició hace tres semanas en Ciudad de México, la oposición mayoritaria, aliada de Guaidó, se alista para concurrir a las urnas, siempre con la exigencia de que mejoren las condiciones y garantías del voto en Venezuela.
El politólogo y profesor de la universidad venezolana Monteávila, Víctor Maldonado, interpreta la decisión opositora de participar en las regionales como una admisión de que el llamado gobierno interino de Juan Guaidó llegó a su fin.
“Participar en este proceso es una declaración explícita de que la etapa del interinato se acabó, de que los esfuerzos para ‘cesar la usurpación’ fracasaron y que la coalición está fracturada y muy debilitada”, comenta a la VOA.
Guaidó cuenta formalmente con el reconocimiento de 50 países del mundo, pero la prolongación de su interinato, la falta de resultados, las dudas sobre la legalidad de la tesis de continuidad del Parlamento electo en 2015 y los constantes ataques del oficialismo han minado su piso en encuestas recientes -hasta 91% de la población está nada o poco satisfecha con su liderazgo político-, según un sondeo de inicios de agosto realizado por la firma Datincorp.
Maldonado considera que el rol que ha jugado la oposición venezolana ha sido de “colaboración y legitimación” del gobierno de Maduro. Critica la escogencia de candidatos opositores a última hora, por cuotas partidistas, “totalmente ajenos al sentir de la ciudadanía” y sin rendir cuentas efectivas sobre los frutos políticos que alcanzaron -o no- desde enero de 2019, cuando Guaidó juró como presidente interino denunciando la usurpación del cargo por parte de Maduro.
“Es una huida hacia adelante que tiene el peligro de no contar con el respaldo popular. Probablemente, estemos viendo la última parte de una partidocracia degradada hasta ser funcional al mantenimiento” del oficialismo, afirma.
La politóloga Ana Milagros Parra coincide en que las propuestas de la oposición liderada por Guaidó “fracasaron”, porque se prometió como “una salida rápida cuando eso no existe” en un proceso de trancisión a la democracia.
Agrega que el gobierno intenta vender los eventos electorales como “libres y competitivos, cuando no es así”. Considera, asimismo, que la oposición no postuló candidatos con anticipación por “falta de coordinación interna” y como resultado de “estrategia de división” implementada por el gobierno.
“Tenemos una comunidad internacional que busca un dialogo, busca un cronograma electoral que evidentemente se convierte en presión para la oposición que está entre la espada y la pared cuando es un tablero que controla el chavismo (…) es una critica el hecho de que, si conoce la actitud y el comportamiento del chavismo, por qué no se anticiparon”, expone.
Sobreviviencia opositora
El escenario electoral para la oposición venezolana no es prometedor para las regionales del 21 de noviembre, opina el politólogo y docente Jesús Castillo Molleda. A su juicio, el elevado rechazo contra el gobierno de Nicolás Maduro se hipoteca hoy día en medio de rencillas internas, “desgaste” de liderazgos y falta de maquinaria electoral por la ausencia de las votaciones desde 2017.
Evalúa que la oposición que se aglutina en torno a Guaidó y sus principales partidos aliados, como Un Nuevo Tiempo, Voluntad Popular, Primero Justicia y Acción Democrática, terminó de entender que debe tener algunos actores dentro de la maqueta política nacional de cara a las presidenciales de 2024 o a un eventual referendo revocatorio contra Maduro en los años por venir.
“El G4 -como se le conoce a ese grupo de partidos mayoritarios- reaparece electoralmente para sobrevivir. Sabe que, con la estampida de dirigentes políticos fuera del país, los que se quedaron no pueden sobrevivir sin alcaldes ni posiciones de poder, pero no logran las unidades necesarias y está desgastado, desprestigiado”, comenta en entrevista a la Voz de América.
Resalta que la oposición venezolana está compuesta por cuadros variopintos, como la Alianza Democrática, que el G4 suele llamar “alacranes” o “traidores”, y los candidatos independientes. Castillo Molleda valora que el retorno de ese sector a las elecciones obedece a que el llamado gobierno interino de Juan Guaidó, que nació en enero de 2019, “está falleciendo ya”.
“En enero de 2022, ya casi nadie lo va a reconocer ni siquiera como diputado nacional, ni como un actor del interinato internacional. Su muerte política termina con la negociación en México”, observa el analista.
Parra, a su vez, tampoco ve un escenario favorable para la oposición en noviembre por el hecho de que “ni siquiera hayan tomado una decisión unificada para el evento electoral ya envía un mensaje muy distorsionado a la población”.
La misma oposición, en su comunicado del martes, dijo estar consciente de que las próximas elecciones “no serán justas ni convencionales”.
Estrategia de desgaste
Maldonado, por su parte, juzga que Maduro llevó a cabo “con éxito” su estrategia de desgaste de la oposición venezolana. “Luego de dos años de un desafío internacional que incluyó sanciones y denuncia sobre la ilegitimidad del socialismo del siglo XXI, todo parece indicar que ganaron. De hecho, ellos se sienten ganadores y los ciudadanos sienten que fueron derrotados”, observa.
Nota que el oficialismo “está cómodo políticamente”, sin contendores de talla, y blando ante la protesta social, “con indiferencia criminal” ante los problemas nacionales. “Ha logrado destrozar los vasos comunicantes entre situación política y satisfacción social. Estamos mal, cada día peor, los servicios públicos están devastados, todos vivimos al día, pero la ciudadanía piensa que ninguno de sus problemas existenciales se resuelven en el marco de la política”, apunta.
A su entender, la clase política opositora aspira a “normalizar su posición” entre los poderes, convivir”, sin convencimiento ni deseo de vencer, ni “fuerza moral”.
Castillo Molleda advierte, a su vez, que estudios de campo revelan que la población venezolana ya no está tan interesada en la legitimación de uno u otro presidente o líder político en el país, en referencia a Maduro y a Guaidó. “Al sentarse en México, cuando ya un candidato del G4 se inscribió, ya reconoció a la actual Asamblea Nacional (oficialista) y las autoridades del Consejo Nacional Electoral. Pasamos página” sobre el asunto de la legitimidad, advierte.
Concluye que, según sus estudios más recientes y su análisis del escenario local, la oposición corre el riesgo “de ser barrida” con algunas excepciones de cargos puntuales, por desunión, desgaste económico y de dirigencia política.
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