El mundo era diferente hace apenas 20 años. La palabra “seguridad” era un concepto que el hombre común relacionaba con un cerrojo más en su puerta o la capacidad de transitar por una ciudad libre de delincuencia. “Terrorismo” era algo conocido, pero de cierto modo ajeno, y sonaba como una cosa lejana.
Todo cambió la mañana del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y repercutió en los rincones más apartados del planeta.
Tres aviones secuestrados por extremistas islámicos fueron lanzados contra las torres gemelas del World Trade Center, en Nueva York, y el Pentágono, en Washington DC. Un cuarto, que se supone que iba dirigido a la Casa Blanca, se estrelló en un campo de Pensilvania.
Los ataques dejaron un trauma en la población estadounidense que aún no se ha diluido dos décadas después. El centro financiero de la ciudad de Nueva York pasó, en dos horas, de ser la meca cosmopolita global por excelencia a convertirse en una zona de escombros, columnas de humo espeso y cadáveres.
Alrededor de 3.000 personas murieron esa mañana en el World Trade Center. La ciudad no lo ha olvidado, y mucho menos los sobrevivientes y los familiares de las víctimas, que aun guardan la pesada carga de un hecho que marcó el inicio de un siglo y un milenio.
La increíble historia de William Rodríguez ha sido registrada una y otra vez por cientos de medios en el mundo, incluida la Voz de América.
Sus memorias siguen tan vigentes como hace 20 años. Recuerda su recorrido por el lugar en el que fue rescatado y, como un tesoro, guarda la llave maestra por la que muchos lo llaman héroe: con ella pudo abrir puertas por las que cientos pasaron para renacer.
"Yo nací nuevamente el 11 de septiembre, porque a mí me sacan de los escombros cuando yo pensaba que ya no me quedaba un minuto más de vida”, dijo a la VOA. “ Se me cayó el edificio entero encima y sobreviví bajo los escombros sin romperme un hueso, que es un milagro de por sí".
Marisol Arreola trabajaba en el piso 93 del World Trade Center, “donde pegó el avión, era en su mero piso”, dijo su esposo Jesús Arreola.
Marisol sobrevivió gracias a que a las 9:00 de la mañana tuvo que asistir a una cita para monitorear a su bebé, quien ya cumplía 7 meses en su vientre. Ella recuerda que estaba en el teléfono con su jefa.
“Estábamos hablando porque teníamos una reunión, cuando de repente se colgó la llamada y se me hizo bien raro. La volví a llamar para atrás y no contestaba, la línea seguía ocupada, ocupada…"
El servicio se había cortado a las 8:46 de la mañana, el instante en el que el primer avión golpeó la torre norte.
Todos estos testimonios individuales también hacen parte de la memoria colectiva que reúne el museo del 9-11 en el lugar donde estuvieron las torres. Sus exhibiciones integran las estrategias que como sociedad han construido los estadounidenses para no olvidar y para sanar emocionalmente.
"Hemos aprendido mucho a raíz de esos ataques terroristas, hemos aprendido lecciones como de esperanza, reflexión, resistencia y unión que es el mensaje que queremos transmitir para todos ustedes", dijo a la VOA Isaac Pacheco, portavoz del museo.
Hay un empeño: Nunca olvidar, Never Forget, ese es el lema que acompaña la imagen de las torres gemelas 20 años después de su desaparición.
Para quienes vivieron en la época de los ataques, como para los propios sobrevivientes y para las nuevas generaciones alrededor del mundo, ver y escuchar los testimonios de los que experimentaron la tragedia es crucial.
"Uno de mis compañeros estaba preparándose para la boda de su hijo... esas cosas que no pudieron hacer... me los quitaron de la vida mía, como quien dice, les robaron la vida a ellos. Todavía duele, aunque son 20 años... sí duele", dijo Marisol Arreola.
Sujo John, otro sobreviviente, ha "usado esta estrategia como una forma de decirle a la gente: ‘puedes estar amargado o puedes ser mejor [...] Cada historia de vida puede ser reescrita’".
"Siempre hay que recordarlo para no cometer esos mismos errores. Yo creo que es mejor honrarlos a ellos", opinó Marisol.
Justo donde se erigían las torres gemelas originales, dos torres de luz, elevándose hacia el cielo, buscan recordarle al mundo que el oscuro capítulo del 11 de septiembre de 2001 no se puede repetir y no será olvidado.
[Versión para la web de Waldo Serrano]
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