La amenaza implícita del presidente ruso Vladimir Putin de convertir la guerra de Ucrania en un conflicto nuclear de mayor magnitud coloca al presidente Joe Biden ante opciones rara vez contempladas en la era atómica, entre ellas si elevar el nivel de alerta de las fuerzas nucleares de Estados Unidos o no.
Este giro de los acontecimientos es aún más notable por el hecho de que, hace menos de un año, Putin y Biden emitieron una declaración en su cumbre de Ginebra que parecía más acorde con la idea de que la amenaza de una guerra atómica era una reliquia de la Guerra Fría. “La guerra nuclear no puede ganarse y nunca debe librarse”, coincidieron.
Putin pidió el domingo a sus altos funcionarios de defensa y de las fuerzas armadas que colocaran a las fuerzas nucleares en un “régimen especial de servicio de combate”, pero no estaba claro en qué sentido eso podría haber modificado el estatus de las fuerzas atómicas rusas, si es que lo hizo. Rusia, al igual que Estados Unidos, mantiene sus misiles balísticos intercontinentales (ICBM, por sus siglas en inglés) terrestres en un estado de alta disponibilidad en todo momento, y se cree que los misiles nucleares rusos ubicados en submarinos, al igual que los estadounidenses, están en una posición similar.
Putin indicó que con ello respondía a las sanciones económicas que Estados Unidos y otras naciones occidentales le han impuesto en los últimos días por su invasión a Ucrania, así como a las “declaraciones agresivas respecto a nuestro país”, de las que no dio más explicaciones.
El gobierno de Biden está evaluando la medida de Putin, y dijo que intensifica innecesariamente un conflicto ya de por sí peligroso. De hecho, las palabras de Putin equivalen al tipo de amenaza que rara vez se escuchaba incluso durante la Guerra Fría, en la que los arsenales nucleares de Estados Unidos y de la antigua Unión Soviética —ambos de mucho mayor tamaño— amenazaban al mundo con un Armagedón nuclear.
¿Cómo cambia esto el riesgo de una guerra nuclear?
Aunque los funcionarios estadounidenses se mostraron preocupados por las palabras de Putin, indicaron desconocer qué pretende. Pero es tan raro que un gobernante estadounidense o ruso emita una amenaza nuclear implícita, sobre todo en el contexto actual de la guerra en Ucrania, que no se puede descartar el riesgo de que sí adquiera un cariz atómico. En Rusia, al igual que en Estados Unidos, el presidente es el único con autoridad para ordenar un ataque nuclear.
Washington y Moscú tienen los dos arsenales nucleares más grandes del mundo, por mucho. Estos incluyen armas que pueden ser lanzadas desde aviones y submarinos, así como misiles balísticos terrestres. La única vez en la historia que se han utilizado armas atómicas en combate fue cuando Estados Unidos bombardeó dos veces Japón en agosto de 1945, y en ese momento Washington tenía el monopolio mundial de las armas nucleares. La Unión Soviética probó con éxito su primera bomba atómica en 1949.
El director ejecutivo de la Asociación de Control de Armas, Daryl Kimball, dijo que la instrucción de Putin de poner sus fuerzas nucleares en mayor alerta era lamentable, pero no totalmente sorpresiva, dadas sus anteriores amenazas implícitas contra cualquier nación que intentara detenerlo en Ucrania.
“Introducir armas nucleares a la ecuación de la guerra de Ucrania en este momento es extremadamente peligroso, y Estados Unidos, el presidente Biden y la OTAN deben actuar con extrema moderación” y no responder del mismo modo, dijo Kimball. “Este es un momento muy peligroso en esta crisis, y tenemos que exhortar a nuestros líderes a que se alejen del precipicio nuclear”.
¿Qué significa poner las armas nucleares en alerte?
Según la doctrina nuclear de Estados Unidos, el nivel de alerta de las armas es fundamental para el papel que desempeñan en la disuasión de los ataques. La idea es que estar preparado para responder con poco tiempo de anticipación hace menos probable que un enemigo ataque en primer lugar y se arriesgue a recibir represalias que causarían un daño incalculable.
Un argumento en contra es que tener los ICBM —que el Pentágono considera la parte más sensible de su arsenal nuclear— en alerta elevada durante una crisis comprime el margen de decisión de un presidente y deja abierta la posibilidad de ordenar su lanzamiento en respuesta a una falsa alarma. Los 400 ICBM estadounidenses desplegados permanecen armados, listos para dispararse en todo momento.
Algunos expertos en control de armas han abogado por retirar los ICBM de la alerta máxima al separar los misiles de sus ojivas nucleares. Pero en una crisis, tal vez como la implicada por la orden de alerta emitida por Putin el domingo, una decisión de rearmar los misiles sería interpretada como una medida que intensificaría la tensión y podría empeorar la crisis.
Durante la Guerra Fría, las armas estadounidenses y rusas no sólo eran más numerosas, sino que también estaban en un mayor estado de presteza. En 1991, el presidente George H.W. Bush dio el paso histórico de retirar del nivel de alerta a los bombarderos estratégicos con capacidad nuclear como parte de una medida más amplia para revertir la carrera armamentística nuclear. Desde entonces, los bombarderos han permanecido fuera de alerta.
¿Cómo ha respondido Estados Unidos a Putin hasta ahora?
No hay evidencia de que el gobierno de Biden haya correspondido en algún sentido al anuncio de Putin de que le ordenó a sus fuerzas nucleares ponerse en “régimen especial de servicio de combate”, quizás en parte porque no estaba claro qué significa eso en términos prácticos.
Washington tampoco dijo nada de tener evidencia de que Putin hubiera tomado medidas preocupantes, como cargar armas nucleares en toda o parte de la flota aérea con capacidad nuclear de Rusia, o enviar más submarinos con misiles balísticos al mar.
Además de su fuerza nuclear estratégica, Putin tiene al menos 2.000 de las llamadas armas atómicas no estratégicas. Se les llama no estratégicas porque no pueden alcanzar el territorio de Estados Unidos, pero esto es poco consuelo para los países de Europa que están dentro del rango de esas armas. Washington tiene unas 200 armas no estratégicas en Europa; son bombas que se lanzarían desde aviones ubicados en ese continente.
Durante años, a algunos funcionarios estadounidenses les ha preocupado la posibilidad de que Putin, ante la perspectiva de perder una guerra en Europa, pudiera recurrir al uso de armas nucleares no estratégicas, pensando que así pondría fin rápidamente al conflicto bajo sus términos.
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