Capítulo I: La mina
Ir hacia la mina Cerro Blanco en Guatemala es ahora un juego de azar. El camino que lleva al cerro acaba frente al río Ostúa donde el puente que enlaza las comunidades cercanas colapsó en la última gran lluvia. Cruzarlo en vehículo es posible si el afluente no tiene prisa.
Al otro lado del río hay poco que ver: potreros con poca vegetación y algunas casas viejas. Pero lo que una parte de la comunidad de Asunción Mita observa con cautela es el cerro donde la mina se ha logrado instalar desde 2007 y cuyo drenaje conecta con las aguas del río Ostúa en Guatemala.
La mina se ubica a 5 kilómetros del pueblo de Asunción Mita en Guatemala y a 15 kilómetros de la frontera con El Salvador.
Por 24 años, la intención de extraer metales preciosos del cerro, no ha tenido éxito. La primera empresa en intentarlo fue Glamis Gold en 1998. Luego vendió el proyecto a GoldCorp Incorporation que paralelo a la compra obtuvo en 2007 los permisos de explotación subterránea de la mina, otorgados por los ministerios de Medio Ambiente y Recursos Naturales y el de Energía y Minas de Guatemala.
Lo que GoldCorp no se esperó es que el túnel de 1.200 metros de largo que construyó para la extracción de oro y plata se inundaría tras la filtración de las aguas termales del cerro, que tienen una temperatura superior a los 60 grados centígrados. Eso detuvo la operación hasta entonces.
Ya en 2017, Bluestone Resources, matriz de Elevar Resources se adueñó del proyecto sin buscar cometer el mismo error: desde noviembre del año pasado la empresa se encuentra en trámite con el gobierno guatemalteco para obtener un nuevo permiso de explotación. Esta vez la extracción de los metales no se hará “subterránea” sino a “cielo abierto”. Algo que los pobladores ya resienten.
Capítulo II: la destrucción parcial del Cerro Blanco
Si el gobierno de Guatemala aprobase la explotación de la mina a “cielo abierto”, la empresa usaría explosivos para romper 1.200 metros de largo, 600 metros de ancho y 320 metros de profundidad del cerro. El mismo espacio que la empresa tiene aprobado para la extracción subterránea.
“El oro en la montaña está como en un cono”, dijo a la Voz de América Santiago Correa, gerente de medioambiente de la empresa Elevar Resources.
Correa desconoce qué porcentaje del cerro desaparecería tras la explosión, pero al mostrar una maqueta se aventura a decir que la explosión abarcaría un 25 % del cerro. La única diferencia que él ve entre ambas formas de extracción es por “la percepción del paisaje”. En la vía subterránea no se ve el proceso.
Pero la bióloga salvadoreña e investigadora de la Asociación de Mujeres Ambientalistas de El Salvador (AMAES), Cidia Cortés, no comparte la idea de que la única diferencia sea solo estética. Ella habla del gas radón como uno de los principales problemas de la extracción a cielo abierto.
“El gas radón es el primero que sale a la atmósfera con ese método de extracción”, explica a la VOA.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que el gas radón es una de las principales causas del cáncer de pulmón. Y aunque este emana del suelo y las rocas, al entrar al aire libre se diluye rápidamente.
Cortés también alude a posibles daños en la superficie de la tierra, impacto en la flora y la fauna del cerro y contaminación en las aguas superficiales.
Si se explotase una parte del cerro, la forma que adoptaría en una mitad sería la de un agujero enorme degradado en escalones y la otra mitad quedaría sin explotar.
Con los restos, la empresa minera planea armar una estructura sólida similar a un edificio.
Capítulo III: Cianuro y arsénico: la amenaza a los ríos Ostúa y Lempa
Es 20 de octubre. Las aguas del río Ostúa se ven turbias y poco profundas. No hay pescadores.
Este es el primer afluente en el que la mina Cerro Blanco planea arrojar por medio de una quebrada los líquidos sobrantes de la explotación a cielo abierto.
El río Ostúa nace en Guatemala y desemboca en el lago de Güija cuyo mayor caudal le pertenece a El Salvador.
El lago de Güija ya le ha dado a El Salvador imágenes sombrías: peces boqueando hasta la superficie en busca de oxígeno y otros flotando ya sin vida.
El Ministerio de Medio Ambiente de El Salvador reveló en un estudio publicado en 2021 que el lago de Güija tiene “valores fuera de norma” de los metales cianuro, arsénico, plomo, mercurio y otros, y que es el río Ostúa el que los traslada en sus aguas hasta el lago.
La fuente de los metales no fue incluida en el reporte. La mina niega ser responsable.
La preocupación principal de los pobladores es que el río Ostúa aumente los metales pesados en sus aguas, y que al llegar al lago de Güija, que desemboca en el río Lempa, uno de los ríos más largos de Centroamérica y el río padre de El Salvador se vean afectadas más personas. De este río beben agua 1,5 millones de salvadoreños y en su cuenca, que atraviesa tres países, viven alrededor de 3,8 millones de personas.
Tanto el cianuro como el arsénico ya superaron el valor límite en el río Ostúa. El máximo de cianuro es 0.005 mg/L y el río Ostúa registró 0.006 mg/L en 2021. El arsénico también ha llegado a superar el límite de 0.005 mg/L pasando a 0.088 mg/L. Los datos fueron publicados por El Salvador en 2021.
El arsénico es un químico natural que se encuentra en las aguas bajo sedimentos volcánicos. La bióloga Cidia Cortés explica que la explotación del cerro removerá los suelos en exceso y por ende el arsénico aumentará aún más.
La mayor amenaza de beber agua contaminada con el químico es que de acuerdo a la OMS se puede desarrollar cáncer y lesiones cutáneas. Asimismo problemas de desarrollo, enfermedades cardiovasculares, neurotoxicidad y diabetes.
Elevar Resources habla de usar un químico para la explotación de la mina: el cianuro de sodio. Este será utilizado para separar el oro de la roca.
“Una vez usado el cianuro de sodio entrará a la planta y se tratará en la misma planta. No se liberará al medioambiente”, explica Correa. La empresa minera promete verter las aguas sobrantes del proceso minero libres de cianuro de sodio y arsénico.
Pero el ecologista Julio González, del Colectivo Madre Selva, cree en el concepto de que la materia no se crea ni se destruye solo se transforma.“En el caso del cianuro de sodio podría desintegrarse el compuesto, pero la materia permanece. Ya sea en los diques de cola o en los relaves filtrados”, señala a la VOA.
El relave minero es un sólido que sobra luego de separar el oro de las rocas. Una especie de arena. Elevar Resources planea formar una estructura para compactar esa arena. El peligro que los ambientalistas ven es que la estructura se derrumbe y caiga sobre la quebrada que conduce al río Ostúa.
Capítulo IV: Los pobladores
Elda Ramírez toma un cartel y lo coloca en el portón de malla de su casa. “Nos van a matar”, se lee. A Elda no le importa que su yerno, quien vive al lado, esté a favor de la mina. Ella habla sobre los riesgos que le supone el proyecto minero mientras su familiar aumenta el volúmen de la música que escucha.
“La agua se ha secado. Los palitos de la fruta se secan. Por eso no queremos ese proyecto”, relata a la Voz de América.
Trapiche Vargas (cerro arriba) y La Lima (cerro abajo), son los caseríos rurales más inmediatos al cerro Blanco. Elda vive en La Lima junto a María Teresa Orellana. Al lado de sus viviendas hay un potrero.
Las fuentes de ingreso en la zona son limitadas. Unos viven de la ganadería o la agricultura y otros de las ventas varias. Aunque María Teresa no está a favor de la mina habla de los daños en tiempo futuro. “Va haber mucha resequedad. Van a ocupar productos mortales para la salud como es el cianuro”, dice.
María Teresa no se cierra a lo que la mina tiene para decirles cuando sus empleados los visitan casa por casa, pero concluye: “Según ellos va a ser un proyecto seguro, pero nunca hay un proyecto seguro en realidad”.
En una consulta municipal el 18 de septiembre, 7.481 personas que representan el 27.9 % del padrón de Asunción Mita dijeron “No” a la reactivación de la mina; 904 dijeron “Sí”. María del Carmen Cifuentes y Armando Teo fueron pieza clave en esa consulta y ambos conversaron con la Voz de América sobre el caso.
Cifuentes ha vivido la mayoría de su vida en el pueblo de Asunción Mita. Ella asegura que si la empresa inicia operaciones tendría que buscar otro lugar para vivir: “Sería una catástrofe ecológica”. Teo le acompaña en su postura.
Pero las opiniones no son solo en contra de la mina. En el caserío cerro abajo hay dos pobladores que accedieron a hablar con la VOA bajo anonimato. De Mita como pueblo dicen mucho: que el trabajo es necesario para que los jóvenes no migren y que la riqueza es poca.
“No quieren que la juventud se vaya para Estados Unidos, pero si aquí no tienen fuentes de trabajo lo van a hacer. La única posibilidad que veo para que la juventud se profesionalice es con la mina”, dijo uno de ellos.
Capítulo V: la diplomacia
El gobierno de Guatemala tiene en sus manos la decisión de que la empresa minera opere o no en el país centroamericano. El Salvador tiene prohibida la explotación minera desde 2017.
Luego de la consulta municipal que por mayoría dijo “No” al proyecto, el gobierno de Guatemala dijo seguidamente que los resultados no tienen validez porque la consulta debió realizarla el gobierno central y no el municipal.
Además expusieron en un comunicado que la consulta había sido suspendida por un tribunal de amparo. “En ese sentido, la celebración de la misma se hizo en contravención a una orden judicial”.
El Salvador ha pedido una mesa binacional para el caso. Pero no hay avances públicos.
La fecha en la que el gobierno guatemalteco decidirá sobre el futuro del proyecto aún no se conoce. Mientras, la mina se mantiene cercada y con vigilancia permanente. Los pobladores siguen atentos.
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