A pesar de que Jesús Abad Colorado lleva tres décadas retratando los rostros de víctimas de la guerra: campesinos apartados de sus pueblos, niños asesinados, cuerpos incinerados y miles de imágenes más de los peores horrores que ha dejado la violencia en Colombia, la esperanza de que su país alcance la paz está intacta.
Es más, confesó a la Voz de América que “si no creyera que la paz es posible, no seguiría trabajando con una cámara al hombro”.
Abad creció en una familia campesina que padeció la violencia y, cuando comenzó a recorrer el país en el año 1992, aunque no las vivió en carne propia, empezó a encontrarse con historias similares, que lo rodearon desde pequeño: un padre desplazado, trabajador, obrero de la Universidad Nacional; la muerte de sus familiares, la desaparición de un primo, por parte del ejército. Hechos que le hicieron entender que, como él afirma, su “trabajo en el periodismo era para contar la historia de la gente sencilla, que son los que terminan perdiendo siempre en todas las violencias”.
Dice que, desde que estaba en el bachillerato, decidió ser periodista. Luego, cuando estudió en la Universidad de Antioquia, lo marcó la racha de violencia que se vivía en el país contra sectores alternativos y, aunque en un principio pensó en escribir, en 1987, “escondió la mano y afinó el ojo”, al decidir que quería ser reportero gráfico.
Cada imagen, un significado
En la vida de Abad hay momentos muy significativos, aterradores y hasta esperanzadores. Recuerda, por ejemplo, la matanza de niños por parte del ejército y los paramilitares, en la comunidad de Paz de San José de Apartado, en 2005, o los cuerpos desmembrados, otros incinerados, que quedaron después de que la guerrilla dinamitara el oleoducto en Segovia, Antioquia, en 1998.
La imagen de un Cristo mutilado, tomada en la iglesia donde vio los cuerpos desmembrados por una bomba arrojada por las FARC, en Boyacá, el 2 de mayo de 2002, o el rostro de la niña de la comuna 13, en Medellín, Angi Marín, mirando a través del hueco que dejó una bala, pueden ser las más famosas, pero él afirma que el valor de la imagen “no está determinado por el volumen de muertos que uno novio, sino a veces por lo que significó para un pueblo la muerte de un líder, de un maestro”.
Y es así como, dentro los momentos que más han marcado su vida, recuerda el retrato que capturó de una mujer indígena, a la que recuerda con nombre y apellido, y que, en su mano, sostiene una foto tamaño cédula de su esposo, que era maestro y líder y rector de un colegio, en una población entre Antioquia y Panamá, en la zona del Chocó y quien fue asesinado hace tres años por grupos paramilitares que buscaron silenciarlo.
“Es una forma de decir que detrás de una fotografía siempre hay una historia importante que el país debería de conocer, y debería de sentir no solamente solidaridad o empatía con estos pueblos, sino ayudar a solucionar todos estos problemas que nos deja la violencia”, señala el reportero gráfico, de 55 años, nacido en Medellín.
Esperanza, en medio del horror
El reportero gráfico cuenta, además, cómo la violencia también lo ha perseguido, al haber sido amenazado con armas en su espalda o su cabeza, ser secuestrado dos veces, una vez por las FARC, otra por el ELN, o de las múltiples caídas que ha sufrido y que le han dejado unos cuantos tendones rotos.
Al preguntarle si alguna vez ha pensado en renunciar a su trabajo, dice que sí, pero que aún tiene la responsabilidad en sus hombros de trabajar por la siguientes generaciones y los menos favorecidos.
En todos esos lugares donde he visto el dolor, siempre he regresado para ver la esperanza”Jesús Abad Colorado, reportero gráfico colombiano
Aunque el periodista colombiano responde a las preguntas con un aireado tono de melancolía, siempre hay esperanza en su voz. Dice que ha sentido “el olor y el dolor de lo que es la guerra en un país, en donde siempre la han perdido los campesinos”, lo que lo “sacude” para “constantemente estar hablando de la importancia de la paz".
Y es que, para él, la paz es una construcción colectiva y se logra si la clase dirigente, política, empresarial y académica entienden que esta no se hace en la grandes urbes, sino que “hay que trabajarla y construirla para que la vivan los campesinos”, los pueblos negros e indígenas.
Pero también hace una dura crítica a los fabricantes de armas que, según afirma, hacen parte del negocio de la guerra. Para lograr paz se necesita más que la confluencia de los distintos poderes en Colombia, agrega, sino de otros países. “Esas ametralladoras, de esas fábricas de armas de Estados Unidos, que se las venden libremente a veces a cualquier persona, terminan en manos de la guerrilla, de un grupo paramilitar, de cualquier grupo delincuencial en Colombia o en todo Latinoamérica”.
La memoria del conflicto
Jesús no se define como un reportero de guerra. Incluso no ha querido documentar conflictos de otros países. Él se define como “un periodista que ha puesto siempre su ojo, su corazón y su conciencia en un mismo eje. Yo no voy a buscar el rostro más duro de la guerra… estoy buscando rostros que interroguen a este país”.
De esta manera, aunque son varios los periodistas que han registrado la violencia en Colombia, Abad no solo ha caminado las regiones sino que, además, ha decidido dejar plasmado parte de su trabajo para reconstruir y guardar la memoria histórica de un conflicto a través de 'El Testigo', una obra que nació como un documental elaborado para Caracol televisión y luego pasó a la plataforma Netflix, y una exposición fotográfica -desde el 2018- de alrededor de 500 imágenes que se convirtió recientemente en una colección de cuatro libros que incluyen 700 imágenes y textos de otros testigos de este largo conflicto.
Esos libros como un testimonio contra el olvido”Jesús Abad Colorado, reportero gráfico colombiano
Esta colección, curada por María Belén Sáez de Ibarra y elaborada bajo el sello de la Universidad Nacional de Colombia, busca ser “una herramienta pedagógica para generar diálogos en salones de clase, en hogares, en parches de amigos”. La obra incluye no solo fotografías o crónicas del autor, sino la voz de siete invitados que participan en entrevistas escritas en primera persona, entre los que se encuentran el actual ministro de defensa, Iván Velásquez Gómez, además de escritos de cronistas reconocidos.
“Esos libros salen porque son la exposición con alas y van a llegar a muchos lugares del país… Son libros para generar una reflexión en un país que necesita mirarse ahí, con todos esos retratos. Entender que la gente que está ahí no son seres anónimos y que, medio de ese trabajo periodístico… también hay muchos retratos que nos hablan de humanidad”, cuenta Abad, al referirse a misioneros y misioneras de distintos lugares del país, defensores de derechos humanos, como incluso la vicepresidenta de Colombia, Francia Márquez.
Por ahora, Jesús confiesa que sigue soñando con “caminar mucho más este país, pero para ver a la gente viviendo en paz”, con seguir retratando cielos estrellados -otra de sus pasiones-, sembrar la tierra y leer “no solamente libros, sino leer los territorios”.
"Me encantaría poder vivir y decir que trabajé para ayudar a construir la paz de un país. Y que lo hice haciendo fotografías, que no se hacen con la punta del dedo, porque las fotografías son pulsaciones del alma”, puntualiza.
Abad ha sido ganador del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, el Premio Nacional de Fotografía, los Premios internacionales de Caritas en Suiza, el Premio a la Libertad de Expresión del Comité para la Protección de los Periodistas de Estados Unidos y el el Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo 2019, entre otros reconocimientos.
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