Un cartel con la imponente imagen del glaciar Perito Moreno decora la pared de una sala del aeropuerto de Buenos Aires por la que desfilan miles de viajeros en el inicio de la Semana Santa.
Pero Ángel Gómez, que todas las noches duerme recostado bajo la foto de la gran atracción turística, no se irá a ningún lado y empleará el día en afanarse para sobrevivir en la terminal donde busca abrigo desde hace dos años.
El anciano integra el centenar de personas sin recursos y carentes de vivienda que subsisten diariamente en el aeropuerto Jorge Newbery, situado en medio de la capital argentina y desde el que diariamente parten decenas de vuelos a destinos domésticos e internacionales.
Su experiencia y la de otras personas sin techo entrevistados el jueves por AP son otra cara más de la acuciante situación en la que la creciente pobreza, alimentada por una inflación sin freno, tiene atrapados a millones de argentinos.
“Este es el mejor lugar para pasar la noche... No estás expuesto en la calle”, dijo el hombre, que tras despertarse en horas tempranas se instaló en uno de los asientos de un espacio común de la terminal para dialogar con AP.
A su alrededor, otros en una situación parecida dormitaban en distintos asientos o dormían profundamente en el suelo, mientras los empleados de la terminal conocida popularmente como Aeroparque iniciaban sus tareas.
Gómez cobra un subsidio habitacional de 5.500 pesos al mes (25,17 dólares al cambio oficial), insuficiente en una ciudad donde alquilar, incluso una pieza, se ha ido por las nubes. “¿Con eso adónde puedo ir? Además, tengo problemas de salud”, se lamentó.
En 2022, el país sudamericano terminó con una inflación de 94,8 %, una de las tasas más altas del mundo, y algunos de los segmentos que reflejaron esa alza son los alimentos y la vivienda para alquilar.
En tanto, la inflación anual alcanzó el 102,5 % en febrero, la primera vez que llega a los tres dígitos desde 1991, y está previsto que los precios se disparen este año, sumergiendo a más personas en la pobreza.
El deterioro social se ha agudizado al calor del alza del costo de vida. Casi el 40 % de la población de Argentina es pobre, según cifras del segundo semestre de 2022, y de ese porcentaje un 8,1 % son indigentes, es decir, que no pueden cubrir sus necesidades de alimentos. En total, unas 18,6 millones de personas tienen problemas para subsistir en el país.
Para salir adelante, Gómez y otros compañeros de penurias viven de la caridad de los viajeros que los ven “revolver” en la basura del aeropuerto o piden limosna en la zona de oficinas de la ciudad y en las inmediaciones de la terminal.
Las autoridades de aeropuerto carecen de poder de policía para desalojar a estas personas, además de que deben asegurar que no haya discriminación en el uso de las instalaciones.
Sentados en los asientos que emplean los pasajeros para esperar sus vuelos, las lágrimas afloraron en los ojos de Gustavo Andrés Corrales y su pareja Roxana Silva, que llevan dos años viviendo en el aeropuerto.
“Si pago alquiler no como y si pago comida estoy en la calle”, afirmó la mujer.
Laura Cardoso, de 52 años, se traslada por los pasillos de la terminal en una silla de ruedas y escoltada por sus dos perros.
La mujer, que sufrió meningitis y polio, lleva un año viviendo en la terminal “durmiendo sentada”.
“Hay muchísima gente, entraron más ahora. A la noche hay más porque hace frío en la calle”, relató Cardoso, a quien se le dificulta encontrar una habitación para alquilar porque no quiere prescindir de sus perros.
La mujer dijo que las autoridades de la ciudad le garantizan dinero para pagar un alojamiento en un hotel para personas sin recursos, pero su pensión no le cubre otros gastos, como la comida.
Otros entrevistados dijeron que prefieren no alojarse en hogares donde pernoctan personas humildes porque están llenos y han sufrido robos.
Elizabet Barraza, de 58 años, esperaba sentada a embarcar en un vuelo a Francia, donde una de sus hijas que vive desde hace cinco años le ha conseguido un trabajo.
“Es muy triste ver a la gente en esta situación”, dijo Barraza.
A su lado, una mujer dormía recostada en otro asiento, junto a un carro lleno de bolsas con sus pertenencias.
Barraza explicó que su situación es difícil porque, aunque logra aumentos de sueldo, “la inflación es muy alta y no me alcanza”.
“No quiero volver, si regreso será para visitar”, concluyó.
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