Tres presidentes de América Latina que se identifican con la izquierda protagonizaron la semana pasada un cruce de acusaciones públicas donde cuestionaban sus comportamientos democráticos.
Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, tuvo encontronazos con Gustavo Petro, de Colombia, y Gabriel Boric, de Chile.
El gobierno de Ortega recientemente confiscó propiedades de sus opositores, entre estos la poetisa Gioconda Belli. Petro, quien se encontraba de visita oficial en Chile conmemorando el 50 aniversario del golpe de estado a Salvador Allende, acusó a Ortega de imitar al dictador chileno Augusto Pinochet.
“¡Qué paradoja! Aquí, en Chile, recorro casas de poetas chilenos a quienes la dictadura allanaba sus casas y asesinaba y Ortega hace lo mismo que Pinochet”, escribió en X, antes Twitter.
Ese mismo día Ortega reaccionó diciendo que Petro ha traicionado su antigua lucha guerrillera al aliarse con Estados Unidos, y que es “una vergüenza” para sus excompañeros.
También llamó “pinochetito” al presidente de Chile, Gabriel Boric, por abandonar, a su juicio, su promesa de justicia por la presunta represión de manifestantes en 2019 durante el gobierno de Sebastián Piñeira.
Al día siguiente, Boric contestó llamándolo “dictador Ortega”, y dijo que emitiría una nota de protesta diplomática a Nicaragua.
La ascensión al poder de una izquierda pragmática o autocrítica en la región, como en los casos de Petro y Boric, han llevado a matizar la idea de una nueva “marea rosa”, o roja. Pero, ¿tienen los presidentes electos democráticamente que "defender a los regímenes de Cuba, Venezuela y Nicaragua" en virtud de la ideología?, pregunta el experto venezolano en relaciones internacionales Luis Peche Arteaga.
Es una tarea cada vez más difícil, aseguró.
Las duras críticas entre los mandatarios de izquierda evidencian las diferencias entre los integrantes de ese bloque ideológico en la región que Arteaga llama "fisuras evidentes".
Boric, electo en 2021 y parte de lo que algunos especialistas, como el profesor Oliver Stuenkel, de la Fundación Getulio Vargas, han llamado una “nueva izquierda”, fue el primero en “desmarcarse” de ese tipo de gobiernos, con posturas críticas hacia Ortega, Nicolás Maduro, en Venezuela, y Raúl Castro, de Cuba a pesar de compartir en el papel algunas afinidades ideológicas, subrayó Arteaga.
Ese pragmatismo “ha elevado la presión” para otros, como Petro, político y economista que se sumó a los 18 años al grupo guerrillero izquierdista M-19 y, si bien dice haber recibido entrenamiento militar, nunca participó en combates.
Los mandatarios matizan sus palabras ocasionalmente por intereses políticos y económicos comunes con esos mismos dirigentes que amonestan, dijo Arteaga. Chile y Colombia mantienen acuerdos comerciales con Nicaragua.
Maduro, otro "problema"
Boric ha criticado el retroceso “brutal” de las condiciones democráticas en Venezuela, y en junio desestimó que la violación de derechos humanos en esa nación sea una “construcción narrativa”, como indicó por esos días el mandatario brasileño Luis Inácio Lula da Silva.
Maduro, sin mencionar a Boric, ha denunciado que existe “una izquierda cobarde” en la región. Diosdado Cabello, considerado el número dos del chavismo, se ha referido con epítetos a Boric en los medios.
Maduro se ha convertido en “un problema” para la izquierda por las “contradicciones” de su ejercicio de poder con los postulados de esa ideología, indicó a la VOA la politóloga Colette Capriles Sandner.
Algunas de las “maniobras” de Maduro para ganar las presidenciales de 2024, como la intervención judicial del Partido Comunista de Venezuela, un “depositario” tradicional de los valores de la izquierda, perjudican la reputación del bloque y se hacen “muy difícil” de avalar para sus “socios” ideológicos, consideró la experta.
Una misión independiente de determinación de hechos de las Naciones Unidas acusó a Maduro, Cabello y a otros líderes del chavismo de liderar una red de represión sistemática de sus opositores y halló evidencias de crímenes de lesa humanidad cometidos por el gobierno venezolano con fines políticos. La Corte Penal Internacional mantiene abierta una investigación sobre esos delitos, inédita en América Latina.
Preocupación por los DDHH en Nicaragua
Los cuestionamientos a Ortega por parte de líderes de la izquierda regional, por otro lado, son “totalmente legítimos” y se basan en “evidencia” del deterioro de los derechos humanos en Nicaragua, aseguró Carolina Jiménez, presidenta del centro de pensamiento Washington Office for Latin America (WOLA).
Los presidentes de Colombia y Chile han dicho que “no hay forma de decir que hay democracia en Nicaragua, como no hay forma de decir que se respetan los derechos humanos, sino que se violan de manera sistemática”, apuntó Jiménez en conversación con la Voz de América.
Un grupo de expertos del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas determinó en marzo pasado que el gobierno de Nicaragua “está cometiendo violaciones generalizadas de derechos humanos que constituyen crímenes de lesa humanidad contra civiles motivados por razones políticas”.
Los crímenes reportados incluyen ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, tortura, privación arbitraria de la nacionalidad y del derecho a permanecer en el propio país.
Otras denuncias internas y externas son la cancelación masiva de ONGs y las confiscaciones de bienes de personas expulsadas por causa política en Nicaragua, como en el caso de la poetisa Belli, al que reaccionó Petro.
¿Solo son derechas o izquierdas?
Jiménez considera que los conceptos sobre la derecha y la izquierda “han ido cambiando” este siglo y se han convertido en una forma “muy limitada” de examinar las complejidades de cada gobierno, dijo.
Las limitaciones a políticas sociales, la alta corrupción o el irrespeto a la comunidad LGTBI son algunas de las “muchas incongruencias” de gobiernos catalogados de izquierda en la región, como Nicaragua y Venezuela, asegura.
La mera etiqueta de derechas o izquierdas “se ha quedado un poco corta a la hora de entender la realidad latinoamericana”, con presidentes de amplio espectro ideológico, como Nayib Bukele, en El Salvador, dijo Jiménez.
Algunos analistas consideran que Bukele se proyectaba en sus inicios como de la izquierda progresista. Jiménez, en cambio, cree que ha mostrado conservadurismo en su ejercicio del poder y ha demostrado que es amigo de mandatarios de derecha y de izquierda.
Es globalista y sus políticas de seguridad han sido señaladas como violatorias de derechos humanos, también abrazó la ciencia en el caso de las vacunas contra el COVID-19- y no ha promovido los derechos de la comunidad LGTBI ni de la mujer, dijo Jiménez.
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