Donde antes había agua, ahora hay tierra agrietada; donde antes los botes entraban con facilidad para dejar mercadería y personas, ahora hacen malabares para no encallar; donde antes se veía vegetación típica de la zona verde y abundante, ahora todo es amarillo y seco.
Ese es el actual panorama en el lago Titicaca, a más de 3.800 metros sobre el nivel del mar, afectado por una aguda sequía en el altiplano andino que ha hecho que sus niveles disminuyan de manera preocupante.
“Mi papá me cuenta que el nivel del agua era por el estadio, más arriba todavía, antes. Y así, año a año está bajando el nivel bastante y ahora ha sido peor este año. Bastante. Es la preocupación en todo Puno y no sólo Puno, en todo lugar, ribereñas, el lago Titicaca está bajando bastante”, dijo a la Voz de América Juan Ramos, presidente de la Asociación de empresas de transportes turístico acuático lacustre Los Uros.
Mientras habla, Ramos señala el amplio espacio que ha dejado la retirada del agua del lago, superficie que está cubierta ahora por vegetación mayormente seca y barcas encalladas.
“Estamos preocupados”, dice Ramos y menciona que “las embarcaciones están varando bajo la tierra ya. Las hélices del motor están chocando y se malogran. Los motores empiezan a vibrar. Es una constante preocupación para los transportistas que trabajamos aquí en el puerto”.
Según las autoridades peruanas el lago navegable más alto del mundo, con más de 8.500 kilómetros cuadrados de superficie, ya ha descendido en 60 centímetros de altura desde abril a la última semana de septiembre y podría caer 90 centímetros a diciembre si no llueve.
En una entrevista con la agencia estatal de noticias Andina de Perú, Sixto Flores Sancho, director del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología (Senamhi) en Puno, advirtió que se espera un déficit en la venidera temporada de lluvias debido al impacto de fenómeno climático El Niño, que causa el calentamiento gradual del océano Pacífico provocando intensas precipitaciones en unas zonas y sequías en otras.
Las autoridades peruanas estiman que en los últimos 22 años el Titicaca, compartido por Bolivia y Perú, perdió 2,2 metros de altura. Este descenso perjudica no sólo al ecosistema, sino también a las comunidades que dependen de él para su subsistencia.
Carmen Julia Quispe, comerciante aymara de 56 años, dice a la VOA que la situación provocada por el retroceso de las aguas del lago está afectando a su familia. Para poder subsistir comercializa bebidas gasificadas que lleva desde Puno a su comunidad a unos 20 minutos cruzando el lago y cada vez se le hace más difícil cargar su mercadería.
“No, No así, hondito agua había, ahora no hay agua. Los animales están muriendo en allá. No hay agua, mira ya (se) está secando también”, afirma señalando el canal fangoso donde espera que llegue el bote que la transportará.
En un recorrido realizado por la Voz de América se pudo comprobar que el agua del lago se ha alejado considerablemente de las orillas en varias zonas de la parte peruana.
Según la agencia Andina, el Titicaca registró este lunes su mínimo histórico, mientras su nivel está descendiendo de 1 a 3 centímetros por semana.