La Ciudad Vieja de Jerusalén, una de las más visitadas del mundo, está llena de pequeñas tiendas de artesanías y souvenirs de todo tipo. Pero solo Razzouk Tattoo ofrece recuerdos literalmente imborrables.
Ubicado en el barrio cristiano, muy cerca de la Puerta Nueva, este es un estudio dedicado únicamente a hacer tatuajes con motivos religiosos. La familia Razzouk se estableció en Jerusalén hace más de 500 años, pero llevan en el negocio unos 1.300 años. Comenzaron a tatuar en Egipto, marcando a los coptos cristianos con una pequeña cruz en el interior de la muñeca, para permitirles acceso a las iglesias.
Actualmente los Razzouk siguen profesando la fe cristiana, al igual que sus antepasados, pero lo tiempos no son lo que eran entonces. Los cristianos son hoy minoría en Tierra Santa y viven con miedo a desaparecer del lugar donde nació su religión hace más de 2.000 años.
Las cifras son claras: entre Israel y Palestina, los cristianos locales apenas rondan el 1 % de la población de ambos territorios. "Estamos en medio de un conflicto entre dos grupos que se quieren destruir los unos a los otros", explica Wassim, miembro de la generación 27 del clan y actual dueño del estudio.
"No nos preocupamos tanto por la tierra, si estamos en la tierra de Israel o en qué tierra estamos, somos cristianos, estamos en Tierra Santa", aseguró. "Somos la comunidad que más tiempo ha estado aquí de forma permanente, durante siglos y vemos que el futuro de este lugar, para ser honestos, especialmente para los cristianos, es un futuro oscuro".
Un estudio vacío en una Ciudad Santa sin peregrinos
Hasta hace poco, al pequeño negocio familiar de los Razzouk llegaban cada día cientos de peregrinos de todos los confines del mundo, que querían llevarse en su piel un recuerdo de su paso por Tierra Santa. Para muchos este sería su primer tatuaje y tal vez el único. A estudio acudían muchos religiosos, sacerdotes, monjas.
Ahora las cosas han cambiado, a más de cuatro meses de iniciada la guerra entre Israel y Hamás en Gaza, Razzouk Tattoo permanece vacío. Ya no llegan peregrinos a tatuarse una Cruz de Jerusalén, o un San Jorge derrotando al dragón, ni imágenes del árbol de la vida o del León de Judá, algunos de los más añejos y demandados diseños. Con un conflicto bélico que amenaza con expandirse y que nadie es capaz de decir cuanto durará, no hay forma de saber cuando reaparecerán clientes por el negocio.
Wassim Razzouk, con cientos de años de tradición familiar a sus espaldas, se pregunta si en "estos tiempos difíciles" debería continuar con un negocio familiar centenario. "Yo quiero ser persistente y quedarme aquí, pero a veces me pregunto si debo arriesgar e futuro de mis hijos y nietos en un país donde, obviamente, el baño de sangre va a continuar".
Desde que comenzó la guerra en Gaza, el pasado 7 de octubre, en el enclave han muerto al menos 28.576 personas y se calcula que unos 8.000 cuerpos podrían estar aún bajo los escombros, según cifras del Ministerio de Salud palestino, reconocidas por las Naciones Unidas. En el mismo período, en Cisjordania ocupada, casi 400 palestinos han sido abatidos por fuego israelí, en un conflicto que amenaza con agravarse cada día.
Desde los ataques sorpresa de Hamás en territorios israelíes, que dejaron 1.200 muertos y unos 250 rehenes, Tel Aviv se ha comprometido a librar una guerra sin cuartel contra el grupo extremista que ha causado a la gran mayoría de los habitantes de la Franja a dejar sus hogares y le ha traído críticas de la comunidad internacional, incluido su más estrecho aliado, Estados Unidos.
Israel sin embargo asegura que sus ataques son bien pensados. "Llevamos a cabo operaciones de rescate precisas, como lo hemos hecho en el pasado, donde nuestra inteligencia indica que los cuerpos de los rehenes pueden estar retenidos", advirtió el Ejército israelí en un comunicado este jueves, según reportes de Reuters.
Rezando por la paz desde Tierra Santa
Producto de la guerra muchas aerolíneas han dejado de volar a Israel, aunque a cuatro meses del estallido algunas compañías están retomando tímidamente sus rutas. El turismo ha caído prácticamente a cero al igual que los viajes de peregrinos.
En medio de este difícil escenario, el estadounidense Ryan Coles, es de los pocos clientes que se asoman al estudio de tatuajes más viejo de Jerusalén. Coles, que luce varios tatuajes en sus brazos, aprovecha para hacerse un segundo dibujo en Razzouk Tattoo.
"Me encanta la historia de Razzouk Tattoo, que un negocio familiar pueda seguir existiendo, prosperando, desde hace 1.300 años", comenta Coles luego de tatuarse con Nizar, uno de los más jóvenes del clan. "El dueño, de la generación 27, me tatuó el león de Judá y hoy su hijo, de la generación 28, me hizo el árbol de la vida", explica orgulloso mientras muestra ambos diseños.
Nizar y su hermano Anton son los más jóvenes tatuadores del clan Razzouk. Ambos hijos de Wassim, aprendieron el oficio de su padre y este, a su vez de su padre. Así ha sido para esta familia de artistas desde hace más de 13 siglos, cuando empezaron a tatuar en Egipto.
Cuando se mudaron a Tierra Santa, los Razzouk trajeron consigo una maravillosa colección de sellos de madera hechos a mano, que servían de plantilla para hacer los tatuajes. Muchos aún se conservan y los Razzouk del siglo XXI los muestran orgullosos al visitante y aún los usan para tatuar a los peregrinos que llegan a su puerta en busca de un auténtico recuerdo de su paso por Jerusalén.
Ryan Coles fue uno de ellos. Al salir del estudio, luego de hacerse su segundo tatuaje explica esperanzado, "lo que me gusta es que en la Biblia se habla de la leyenda del día en que el león y el cordero se sientan juntos abajo del árbol de la vida". "Espero que esto pueda suceder un día acá, que haya paz, entonces es como un símbolo de la esperanza que tengo yo", concluye Coles.
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