Miles de manifestantes han ocupado de nuevo las calles. Para muchos argentinos, la enésima protesta multitudinaria contra el presidente Javier Milei supone un dolor de cabeza, aunque muchos otros ven en ella una respuesta justificada a sus recetas de ajuste que precipitaron una profunda recesión económica.
Alejandra, quien perdió su empleo como cuidadora de ancianos hace varios meses y vende medias en la calle, observó que durante la protesta muchas personas no tenían dónde orinar y detectó allí una oportunidad para hacerse con algo más de dinero.
Por eso, en una nueva movilización callejera que tuvo lugar en junio, la mujer cobró a los manifestantes necesitados de un cuarto de baño la suma que ellos quisieran pagar por el uso de un balde a modo de inodoro. Instaló el barreño dentro de una pequeña carpa que levantó en medio de una plaza de un municipio situado al sur de la capital, donde los manifestantes se concentraron.
“Todo queda adentro...yo en un ratito me pongo los guantes y lo pongo en la basura”, contó Alejandra a The Associated Press, mientras señalaba el balde con desechos cubierto por una bolsa de plástico. La vendedora ambulante no quiso dar su nombre completo porque temía sufrir las represalias de las autoridades.
Su servicio evita que decenas de personas orinen en la calle en marchas que duran horas y también que deban pagar cada vez más caro por acceder a los baños de los bares.
Los argentinos buscan, quizás más que nunca, nuevas e ingeniosas formas de enfrentar la crisis, considerada la peor desde la catastrófica situación que el país vivió en 2001 en términos de pérdida de ingresos y poder adquisitivo. Hoy Argentina sufre una inflación anual de 271% —de las más altas del mundo— en un contexto de creciente desempleo y recesión. La pobreza se ha disparado y afecta a 55% de los 47 millones de habitantes, según cálculos privados.
A ojos de varios analistas, la crisis actual fue provocada en gran parte por desmanejos de anteriores gobiernos y por las medidas de corrección macroeconómica y ajuste aplicadas por Milei en sus primeros siete meses de mandato para reducir el déficit fiscal y la inflación, entre otras distorsiones, lo que terminó profundizando la recesión.
Pero el lúgubre panorama también explica la reacción de una sociedad que funciona a base de agallas y agudo olfato para adaptarse a este tipo de contextos y encontrar oportunidades para sobrevivir.
“La famosa resiliencia de los argentinos podría ser explicada como un proceso de aprendizaje que han llevado a cabo más de tres generaciones ante condiciones socioeconómicas muy adversas, de cambios abruptos y crisis cíclicas”, dijo Gustavo González, director del Observatorio de Psicología Social y Aplicada (OPSA) de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires.
“De abuelos a padres, de padres a hijos han aprendido a lidiar y protegerse ante estos factores sociales perturbadores que hemos padecido durante los últimos 40 años", apuntó el sociólogo.
Milei señaló en la reciente conmemoración de un nuevo aniversario de la independencia que Argentina cayó “en un abismo profundo" y se encuentra en un punto de inflexión que obliga a realizar cambios profundos.
Recuperar el equilibrio fiscal ha sido la principal meta del mandatario ultraliberal. Para ello recortó el gasto público reduciendo las subvenciones al transporte y la energía, congelando las obras públicas y achicando al máximo el Estado. Esas recetas dispararon los costos de servicios como la luz y el gas y dejaron sin trabajo a miles de obreros y empleados estatales.
La consecuente recesión impactó en el mercado laboral y aumentó la desocupación hasta 7,7 % en el primer trimestre de 2024. La caída de ingresos provocó que más familias de clase media dejaran de ir a comer a restaurantes y de comprar carne vacuna para reemplazarla por la de pollo. También se vieron forzadas a sacar a sus hijos de colegios privados y pasarlos a escuelas públicas mientras daban de baja sus seguros médicos privados para acudir a los masificados hospitales del Estado.
El economista Eduardo Levy Yeyati señaló que las clases más bajas subsisten de forma aún más limitada. “El gobierno está intentando recortar [la asistencia] a las organizaciones sociales de las que estas personas dependen (...) no pueden ahorrar, no pueden viajar, están atrapadas aquí y son las más afectadas por la inflación, por el ajuste fiscal”, dijo el analista.
Los más pobres acuden a comedores populares dirigidos por la Iglesia católica o agrupaciones civiles para ingerir un plato caliente.
Armando Fernández y Mariano Quinteros cada noche se alimentan en el que fue instalado al aire libre por la agrupación civil Red Solidaria en la Plaza de Mayo, a pocos metros de la casa de gobierno.
Ese plato de comida es vital porque apenas consiguen algo de dinero con una escoba común, su herramienta para subsistir. "Barremos las veredas, nos ofrecemos a voluntad a los comercios del centro de la ciudad”, contó Fernández, de 34 años, a AP mientras comía un guiso preparado por una voluntaria de la Red Solidaria, que viene asistiendo a los argentinos en las reiteradas crisis.
"Los políticos no hacen nada", se lamentó Fernández. Los dos hombres recorrieron a pie los cerca de 500 kilómetros que separan la ciudad de Santa Fe de Buenos Aires huyendo de la droga y la pobreza. Duermen en un colchón tendido en una calle, soportando el frío del invierno austral.
Al mismo lugar acuden personas con trabajos precarios o quienes han sufrido un derrumbe de sus ingresos como un cocinero sin trabajo o un empleado de banca recién despedido.
Un 58 % de los argentinos consideran que el principal problema es la pobreza. En tanto, 48 % considera que Argentina es impredecible y 54 % considera que tiene “buena gente pero pésimos políticos”, según un sondeo de OPSA que incluyó el estudio de 2.852 casos, con margen de error de 1,8 %.
La pobreza es patente en los suburbios de Buenos Aires, donde falta la infraestructura básica y las medidas de austeridad han empujado a muchos a la economía sumergida.
Patricio López, de 21 años, y su madre Noelia López, de 39, viven gracias al servicio de lavandería que brindan en su vivienda ubicada en un barrio humilde de Avellaneda, donde no existe un negocio similar.
Ambos lavan ropa liviana y también abrigos, sábanas y acolchados a los vecinos en sendos lavarropas-secadoras.
El negocio nació para ayudar a la economía familiar durante la crisis generada por la pandemia del coronavirus en 2020 y hoy es su principal ingreso. Ambos atienden a una docena de personas al día y aspiran a expandirse cuando logren comprar máquinas industriales.
El chico sufrió el robo de la moto con la que repartía la ropa limpia y ahora lo hace en bicicleta, caminando o como puede. “Hay que remangarse y salir adelante”, dijo sonriente.
Su madre afirmó que Argentina siempre está en crisis y a esta nueva “hay que poner el pecho a la bala una vez más”.
Plataformas digitales como “Only Fans” se han convertido en una opción en medio de la crisis. Al menos para Maybel Delvalle, quien está determinada a no volver a la pobreza que sufrió al llegar a Argentina, a donde sus padres paraguayos se trasladaron con ella cuando apenas era una bebé.
Hace pocos años atrás, convertida en madre soltera de dos pequeños, se dio cuenta de que no podría prosperar vendiendo empanadas y empezó a vender fantasías sexuales en OnlyFans. Además, con tan solo 25 años, se transformó en la primera instructora de miles de argentinas que pasan apuros económicos.
La plataforma británica que funciona base de suscripciones — el usuario paga a cambio de obtener contenido sexual— , no era conocida en Argentina cuando Delvalle se topó con ella en 2020. Pero a medida que se difundían en Internet historias de mujeres que pasaban de la pobreza a la riqueza usándola, se sintió intrigada.
Para lanzarla en Argentina tuvo que ingeniárselas para mantener el anonimato, decidir cuánto cobrar por ser una novia virtual y aprender suficiente inglés para navegar por la plataforma. Por las imágenes y los videos de contenido erótico y de sexo explícito que crea, ahora logra beneficios de unos 6.000 dólares al mes, una suma inimaginable para un profesional medio argentino.
"Soy consciente del éxito que tengo por no bajar los brazos y por creer en mí”, dijo Delvalle. Y dejando traslucir su desesperanza sobre los crónicos problemas económicos, agregó que “venga el presidente que venga”, nadie logrará salvar al país.
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