Al presidente salvadoreño, Nayib Bukele, le importan poco los periodistas o la prensa libre, aseguran sus críticos. Rara vez da sesiones informativas y prefiere comunicarse a través de Twitter.
Pero si bien no le importa que lo cuestionen demasiado sobre sus políticas, los analistas señalan que Bukele critica a los medios que informan críticamente sobre él y su gobierno.
Sitios web de noticias respetados como El Faro y Revista Factum, que se especializan en informar sobre corrupción, se encuentran entre los que son blanco de acusaciones que van desde lavado de dinero hasta informes falsos.
Durante su tiempo en el cargo, se alega que la Administración Bukele creó lo que un artículo de investigación de la agencia de noticias Reuters describió como un “gigante” de las comunicaciones integrado por “trolls de internet pagados” que atacan a los medios y a las voces de la oposición.
Treinta y cinco reporteros salvadoreños y activistas de derechos civiles han sido atacados por el software Pegasus, según el Citizen Lab de la Universidad de Toronto, que investiga la vigilancia digital a la sociedad civil.
Desarrollado por la empresa israelí NSO, el software Pegasus se comercializa a agencias gubernamentales y se puede utilizar para extraer datos de teléfonos móviles o activar cámaras y micrófonos.
La embajada de El Salvador en Madrid no respondió a un correo electrónico con solicitud de comentarios de la Voz de América.
Las autoridades salvadoreñas han negado anteriormente haber usado Pegasus para piratear teléfonos. Sin embargo, los funcionarios no respondieron a las solicitudes de comentarios de Reuters sobre su investigación de noviembre de 2022 sobre las fábricas de trolls del gobierno.
Los analistas han advertido que la relación hostil entre la prensa y el presidente podría representar una amenaza para los medios independientes, especialmente durante las elecciones.
Bukele, quien fue elegido presidente en 2019, anunció el año pasado planes para postularse para la reelección en 2024.
El anuncio se produjo después de que el tribunal supremo del país revocara la prohibición de que los líderes buscaran dos mandatos consecutivos.
Junto con la vigilancia y las agresiones verbales por la cobertura crítica, las amenazas de muerte o de violencia sexual son un peligro demasiado común para los periodistas independientes en El Salvador.
Los reporteros en esta pequeña nación centroamericana dicen que el Estado se suma a esta atmósfera de amenaza en lugar de ofrecer alguna protección.
“Estas amenazas coinciden con la narrativa del gobierno. En lugar de protegerte, el gobierno alienta estas amenazas”, dice José Luis Sanz, corresponsal de El Faro en Washington.
Sanz le dijo a la VOA que cree que los departamentos estatales, incluida la oficina de impuestos, fueron utilizados para construir acusaciones falsas de lavado de dinero y para intimidar a los anunciantes de su medio de prensa. En 2020, Bukele alegó en rueda de prensa que El Faro estaba vinculado al lavado de dinero, Sanz respondió que es una falsedad.
“La libertad de prensa existe pero está amenazada. Hemos recibido amenazas de diferentes gobiernos a lo largo de los años”, dijo Sanz. Pero “el nivel de estigmatización, criminalización y ataques hacia los periodistas independientes por parte del gobierno actual —y la inversión puesta en el hostigamiento y espionaje hacia los periodistas— ha ido mucho más allá”.
Sanz estaba entre los cerca de 20 periodistas de El Faro cuyos mensajes de teléfonos móviles fueron interceptados usando Pegasus.
Durante el período de infiltración, El Faro estaba trabajando en historias sobre supuestos tratos de Bukele con pandillas para reducir la tasa de homicidios, a conveniencia del presidente.
Sanz admite que no había pruebas de que el gobierno estuviera detrás de la vigilancia, pero señala que el software de Pegasus se vende solo a los gobiernos.
Modo de ataque
Para algunos periodistas, el hostigamiento y las amenazas los obligan a irse.
Entre ellos está Héctor Silva Ávalos, quien salió de El Salvador hace 18 meses y desde entonces solicitó asilo en EEUU con su esposa y sus tres hijos.
Ahora trabaja para los sitios web de noticias Infobae, de Argentina, y Prensa Comunitaria, de Guatemala.
“La popularidad de Bukele se basa en la narrativa que no admite críticas. Por eso ataca a la prensa independiente”, dijo Ávalos a la VOA. “Sufrí una campaña de acoso hacia mí y mi familia. La oficina de impuestos o la policía venía a mi casa o la de mis familiares. Preguntaban qué tipo de vehículos teníamos y hacían otras amenazas”.
Bukele puede no ser popular entre los periodistas, pero lo es entre la mayoría de los 6,5 millones de habitantes salvadoreños, según una encuesta de CID Gallup de julio. La pesquisa encontró que el 86 % apoyaba al presidente mientras que el 14 % lo desaprobaba.
El manejo de la pandemia por parte del presidente y su decisión de encarcelar a unos 50.000 miembros de las bandas criminales redujeron drásticamente la tasa de homicidios en El Salvador a una de las más bajas de América.
En 2022, la tasa de homicidios fue de ocho por cada 100.000 habitantes frente a los 105 de 2015, según cifras del Gobierno.
Los periodistas que intentan profundizar en la política o las decisiones del gobierno dicen, en cambio, que se enfrentan a una reacción violenta.
En diciembre de 2022, Bukele atacó al diario opositor La Prensa Gráfica cuando cuestionó la legalidad de su reelección.
El asunto criptomonedas
Bitcoin es otro tema candente. En 2021, El Salvador se convirtió en el primer país en adoptar bitcoin como moneda de curso legal.
Los analistas citados en los medios han dicho que la intimidación del presidente a la prensa ha impedido un escrutinio adecuado de su uso del dinero del país para especular con las criptomonedas.
Los medios financieros informaron el año pasado que la agencia de calificación crediticia Moody's había estimado que el plan de bitcoin de Bukele resultó en pérdidas de 57 millones de dólares.
Cuando The New York Times informó sobre el experimento del Bitcóin de El Salvador y predijo que el país incurriría en el impago de préstamos, Bukele pasó a la ofensiva.
“La página completa se difunde en el New York Times y todo eso, creando la narrativa de que El Salvador estaba en quiebra. Los llamé en ese momento pero, por supuesto, ¿quién nos iba a creer a nosotros y no a todos los medios de comunicación internacionales y sus 'genios económicos'?", tuiteó en enero.
Michael Shifter, profesor adjunto de estudios latinoamericanos en la Universidad de Georgetown en Washington, dijo que la campaña de Bukele contra los medios había dañado un pilar fundamental de la democracia: la prensa libre.
“Las críticas implacables de los medios han inculcado un clima de miedo, lo que lleva a la autocensura y a informar sobre temas limitados y anodinos”, dijo a la VOA. “La guerra de Bukele contra la prensa independiente puede funcionar bien políticamente, pero está dañando un sistema que se basa en controles y equilibrios”.
En América Latina, el presidente salvadoreño está lejos de ser único en términos de hostilidad hacia la prensa.
El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, el expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y el presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, han recibido críticas por su enfoque hacia los medios.
La semana pasada, Ortega expulsó a 222 opositores -activistas de derechos civiles, líderes políticos, sacerdotes y periodistas- encarcelados y los despojó de su ciudadanía.
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