Caminar por los lugares públicos en Bolivia es una tarea cada vez más difícil. Ropa, comida, productos de bioseguridad, artículos para el hogar y otros se comercializan incluso en el piso, pero con un hábil vendedor que capta la atención de los transeúntes.
El empleo informal ha tomado las calles. Y esta es solo una de las consecuencias de la COVID-19 que en la cuarentena dejó varias empresas cerradas y personas sin trabajo.
Luz Quispe se ubicó en una esquina en Cochabamba, centro de Bolivia, para vender alimentos y está logrando salir adelante, pero recuerda los difíciles momentos que pasó.
“He llegado a perder el trabajo, han empezado a despedir el personal de una empresa que trabajaba. De mí ha sido en octubre y a los dos meses le han despedido a mi esposo. Y así nos hemos quedado sin trabajo los dos”, dijo a la Voz de América Luz Quispe, una de las vendedoras informales.
Según datos de la Organización Internacional del Trabajo a 2018 Bolivia encabezaba el ranking de empleo en el sector informal de la economía, alcanzando el 73.2%. Una reciente encuesta de octubre del Instituto Nacional de Estadísticinsica que la tasa de despcupación alcanzó un 10,76 en Bolivia.
Para la economista Fátima Zambrana, esta actividad económica informal responde a la realidad del país.
“Nuestra economía que ya era altamente informal ahora se vuelven aún más informal porque las personas que han perdido su empleo o han sufrido la reducción de su salario necesiran generar algún tipo de ingreso (…) Eso es lo que se ve en nuestra economía, el traspaso de las personas o el incremento de la economía infrormal”, asegura Zambrana.
Desde que en marzo se rgistraron los primeros casos de coronavirus en Bolivia la situación para las familias que viven sobre todo del comercio informal ha sido cada vez más difícil…
“En tiempo de pandemia yo no he salido a vender, recién estoy saliendo hace dos meses, ha sido un problema para todos por la enfermedad y la economía, pero ahora todo se está normalizando gracias a Dios”, dijo Eugenia Calle.
Los bolivianos le hacen frente a la crisis desde la informalidad que les permite ganar el jornal diario, pero esa actividad no garantiza un sustento a largo plazo. Muchos consideran que la pandemia se ha llevado casi todo, pero siempre están los que prefieren no perder la esperanza.