La mayoría de los tripulantes del crucero Greg Mortimer desembarcaron el martes en Montevideo, Uruguay, tras siete semanas y media varados en el Atlántico Sur desde que les negaron muelle en Chile, Argentina e Islas Malvinas.
El primer caso a bordo se registró en una pasajera el 22 de marzo mientras transcurría una expedición en la Antártica que debieron abandonar. A principios de abril, más de 120 turistas, la mayoría contagiados, fueron repatriados a Nueva Zelanda, Australia, Estados Unidos, Canadá y Europa en corredores humanitarios.
La tripulación, también infectada, aguardaba descender tras los cruceristas, pero eso no ocurrió. Mientras crecía la infección también lo hacía el temor a que el virus se hubiera apoderado del barco y que nadie mejorara, explicaron tripulantes a The Associated Press la semana pasada.
Treinta y cinco de los 86 tripulantes están infectados aunque son asintomáticos y se mantienen estables sin mayores complicaciones, informó en el puerto de Montevideo Marcelo Gilard, responsable de atención pre hospitalaria del sanatorio CASMU, que realiza y continuará la vigilancia médica a la tripulación.
La evacuación fue ordenada por el gobierno luego del prolongado tiempo en el mar. “Por el eventual perjuicio psicológico de una cuarentena que fue más allá de lo razonable. No tenemos una explicación científica sobre la ‘positividad’ pero podría tener que ver con una elevada carga de infectividad dentro del buque”, informó el martes el ministro de Salud uruguayo, Daniel Salinas, en el puerto mientras desembarcaban los marinos de 21 nacionalidades, mayormente filipinos, hondureños y ucranianos de 41 años en promedio.
El gobierno de Luis Lacalle Pou resolvió bajar a los tripulantes el viernes por el tenso clima del barco y la creciente cantidad de infectados. Las empresas navieras Aurora Expeditions y CMI/Sunstone proveerán alojamiento, alimentación y servicio médico para la tripulación.
El Greg Mortimer será desinfectado y permanecerá anclado en el puerto de Montevideo con 20 tripulantes que no están infectados y otros cuatro que llegarán del exterior. El barco podrá partir cuando sus trabajadores permanezcan sin mostrar signos de la enfermedad durante dos semanas, informó la cancillería.
Desde el 27 de marzo, una docena de tripulantes y pasajeros fueron evacuados del buque y hospitalizados en Montevideo. Un trabajador de bodega falleció y dos personas australianas siguen internadas, una en estado crítico.
Está “muy delicada, le cuesta responder a los tratamientos”, informó el canciller al Parlamento la semana pasada.
Tras desembarcar el martes, los tripulantes contagiados fueron enviados a un hotel y quienes dieron negativo a la prueba a otro. El personal de servicio no tendrá contacto físico con ellos y fueron capacitados para evitar contagio mediante protocolo.
El gobierno uruguayo esperaba que la salud de los tripulantes mejorara para que el crucero se fuera a Islas Canarias, donde la naviera tiene un atracadero, lo que no sucedió. “Al haberse prolongado esta situación, la gente tiene desgaste emocional por estar tanto tiempo en el buque”, señaló el canciller uruguayo Ernesto Talvi.
“Están con un estrés psicológico importante por todas las situaciones que han vivido. (…) Muchos de ellos —sino todos— van a necesitar evaluación y apoyo psicológico”, adelantó ayer en conversación con la prensa Marcelo Gilard, del CASMU.
Algunos tripulantes permanecieron dos semanas contagiados y encerrados en camarotes sin luz solar. El asilamiento provocó miedo y temores de psicosis colectiva, mencionaron a la AP varios tripulantes.
“Esto tenía que haber pasado hace semanas. No debieron dejarnos tanto tiempo en el barco. La situación ya pasó. Ahora viene otra etapa más confortable, más desestresados, más atendidos y con mejor comunicación. En el hotel nos vamos a negativizar y pronto llegaremos a casa”, dijo a la AP Marvin Paz, tripulante hondureño que embarcó a mediados de febrero.
Paz, como los demás marinos, bajaron con equipos de protección personal y parte de su equipaje. La ropa que usaron en estos días se quedó en bolsas en sus camarotes. Al descender de la rampa fueron rociados con alcohol para ingresar a uno de los dos autobuses que los llevó a los hoteles.
Al llegar al hotel designado, una carta con sus nombres los esperaba en una solitaria mesa con la llave de su habitación. El equipo médico hizo una revisión de todos los tripulantes, que permanecerán en cuarentena obligatoria. No podrán salir del hotel y tendrán una guardia policial.
El 14 de mayo se hará otra prueba de diagnóstico de la enfermedad. Cuando tengan dos negativas y transcurran 72 horas, podrán volver a sus hogares en vuelos comerciales.