La culpa mata a Jessica Ramírez, madre de Benjamín Duque -de dos años- y directora de un producto en una agencia de publicidad.
Desde que comenzó la cuarentena en Colombia -el 25 de marzo-, su trabajo se ha multiplicado y confiesa que incluso no puede ver casi a su pequeño en el día, a pesar de estar bajo el mismo techo. Gracias al teletrabajo, su jornada laboral se ha extendido de siete de la mañana a siete de la noche y, a veces, no tiene espacios ni para almorzar.
“La verdad que son muy pocos los espacios que tengo con mi hijo desde que estamos en teletrabajo y es algo muy triste”, confesó Jessica a la Voz de América.
Aprovecha el momento del desayuno, lo deja con papá y sigue su rutina laboral.
Se mudó a casa de sus suegros, quienes le han brindado su apoyo pero dice que, cuando ellos o su esposo se ocupan, ha tenido “como unos disparos de ansiedad terribles, en donde estoy en una reunión importante con el CEO de la empresa o con un cliente y entra el niño”.
El tema de los horarios y establecer una cultura de trabajo también “ha sido muy difícil”. Adicionalmente, su pequeño tiene clases virtuales de 15 minutos. “Generalmente, me están hablando, el niño está llorando y el profesor pidiendo que uno haga la actividad”, cuenta.
Así que pidió al centro educativo que enviara el material para que su Benjamín hiciera la dinámica en cualquier momento del día, ahora con la ayuda de su esposo y la abuela.
Antes de mudarse donde sus suegros, al terminar la jornada laboral, dormía al niño y, en seguida, “me iba a preparar la comida, lavarle la ropa, a todas esas cosas. Y, en la mañana, ya tenía todo listo tratando de encontrar espacios. Pero pienso que a las mujeres es a las personas que más duro nos ha dado esta en la cuarentena, aun teniendo ayuda”.
Anhela ahora pedir vacaciones porque dice que la culpa ronda su cabeza: “Es terrible de sentir que estás en la casa y no puedes estar con tu hijo. Pero también estoy muy, muy agradecida de poder conservar mi trabajo”.
Una historia un poco más alentadora vive Carolina Sandoval, funcionaria pública, estudiante y madre de una niña de 7 años. Narra que ha logrado organizar sus horarios y los de su hija para cumplir con todas las obligaciones.
“Me levanto temprano para que Valentina empiece las clases virtuales que tiene. Ella se conecta desde mi celular, mientras yo estoy trabajando”. En las tardes, se dedica a hacer trabajos y, después de las 6 de la tarde, deben abandonar el computador para que el tío inicie sus clases.
El resto del tiempo lo divide en “las tareas del hogar que no dan espera”.
No obstante, no todo ha sido ‘color de rosa’. Su hija ha tenido dificultades en el proceso de aprendizaje de matemáticas. “Era una tarea tortuosa y, cuando le decían tenemos mañana clase de matemáticas, hacía pataletas. Y por más que yo le explicara, por más que le hiciera juegos para que ella entendiera, era una pelea constante (…) es agotador”.
Tener un solo computador en casa también dificulta las dinámicas, así que debe negociar el tiempo del equipo con su hermano.
Afortunadamente, cuenta con la ayuda de la abuela. En su trabajo, también han entendido la situación. “Mi jefe sabe que yo soy madre soltera (…) Entiende que ella también tiene clases virtuales”, contó Carolina a la VOA, quien aprovecha además el tiempo libre cocinando, viendo películas y bailando con su hija.
Múltiples oficios
Ingeniero de sistemas, chef, tutor y amo de casa. Estas son las nuevas ‘profesiones’ que Carlos Solano, un padre de dos hijos de 5 y 7 años respectivamente, ha experimentado durante la cuarentena.
Las rutinas del periodista, editor de la sección de cultura del diario colombiano El Tiempo y director de la Escuela de Periodismo de la misma casa editorial, han cambiado inesperada, rápida y abruptamente en su hogar.
Los primeros 15 días de la cuarentena, recuerda, fueron un completo caos. El colegio de sus hijos enviaba PDF’s para imprimir en casa, así que tenía que cumplir el papel de tutor y estar casi todo el tiempo al lado de los pequeños.
“Tal vez era bajo la idea de que creían que los papás íbamos a estar encerrados sin hacer nada en la casa”, le contó Carlos a la VOA Noticias. Esto sumado a que la persona que ayudaba en su hogar con las labores doméstica también está cumpliendo las restricciones. Así que, junto a su esposa, asumieron más responsabilidades: “casa, aseo, cocina, educación”, cuenta.
A pesar de que en el colegio cambiaron las dinámicas y ahora los profesores dictan las clases virtualmente, se generó una nueva rutina. Deben levantarse para bañarlos y desayunar. Cincuenta minutos antes de comenzar las clases escolares, Carlos está en una reunión laboral. Además, debe pensar en pararse media hora antes para imprimir PDF’s. “Se vuelve una rutina increíble que, a dos meses, creemos que ya más o menos nos hemos adaptado, pero todavía no nos acostumbramos del todo”, afirma el periodista, quien además dirige el podcast El Primer Café.
Entre clase y clase de sus hijos, Carlos también se convierte en “ingeniero de sistemas” para supervisar que los equipos funcionen perfectamente. Pero allí no para la maratónica tarea. Si el maestro necesita pegante, tijeras o, incluso, una crayola, “corra también y nos volvemos papelería”.
La situación le ha dejado muchas reflexiones, entre ellas, la adecuación de su hogar. Su oficina era el comedor, pero ahora es el aula de uno de sus hijos, así que improvisó un estudio en otro espacio o, a veces, se ubica en la cocina. Otra habitación de los niños es el aula dos y la más grande es la oficina de su esposa.
En cuanto al trabajo, dice sentirse hasta “mediocre” porque “no hay forma de dividir el tiempo de manera que le dediques suficiente tiempo al trabajo que te demanda la empresa (...) Yo edito textos y editar textos bajo este ruido, bajo esta presión, es muy complejo”.
Cuenta que hay días en que sus hijos no quieren levantarse, así que en el tiempo libre Carlos ha ideado grabar unos videos en Youtube para compartir ‘Las aventuras de Pablo y Esteban’ con los más allegados. Esto dice él, ha permitido transmitir “un poquito de esperanza y alegría en este momento tan sombrío (...) Nos oxigenamos un poquito la cabeza”.
Frustración y agotamiento
Para Lorena Ayala, licenciada en psicología y pedagogía, especialista en desarrollo infantil y procesos de aprendizaje, máster en Neuropsicología y Educación, la principal queja de los padres tiene que ver con el manejo del tiempo, principalmente con aquellos niños que necesitan ayuda para cumplir con sus labores.
Otro aspecto que resalta la experta es el incremento de la exposición a los videojuegos, al estar conectados al computador. “Los niños quieren estar jugando ahí y muchas veces empiezan a jugar en sus descansos y no se conectaron a las clases o no hicieron los deberes que les correspondía”.
Según le contó Ayala a la VOA, se han incrementado bastante los casos de padres agobiados y se ha trabajado en generar rutinas en los niños para organizarlos.
La licenciada dice que los padres deben entender “que son seres humanos y que por tanto es normal que en ciertos momentos se sientan agotados” o frustrados, con miedo o incertidumbre de la situación.
Por eso, recomienda tratar de encontrar nuevas maneras de hacer las cosas, seguir al máximo las rutinas, como cuando los niños van al colegio, los horarios, y tratar de diferenciar las actividades laborales de las del hogar. Algo muy importante, agrega, es no olvidar los espacios de ocio tanto para ellos como para sus hijos que permitan cuidar la salud mental.