Kuwait se unió este martes a la creciente lista de países aliados de Arabia Saudita que degrada sus relaciones diplomáticas con Irán, al anunciar que había llamado a consultas a su embajador en Teherán en solidaridad con el reino saudí.
El lunes Bahréin y Sudán anunciaron el rompimiento con Teherán, mientras los Emiratos Árabe Unidos –un importante socio comercial de Irán—redujeron su personal diplomático en Irán.
Las tensiones resultantes entre Arabia Saudita y sus aliados sunís con el gobierno chií de Irán que ahora amenazan en convertirse en un conflicto regional, es precisamente la consecuencia de la que advirtió la administración Obama a funcionarios de Arabia Saudita, al ejecutar al clérigo chií, Nimr Baqr al-Nimr.
El portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, dijo el lunes que “hubo preocupaciones directas manifestadas por funcionarios estadounidenses a sus homólogos saudís sobre las consecuencias potenciales dañinas de llevar a cabo la ejecución –sobre las ejecuciones en masa, en particular, la ejecución de Nimr al-Nimr”.
“Hay una preocupación que de antemano manifestamos a los sauditas, y desafortunadamente [estas] han precipitado la clase de consecuencias que nos preocupaban”.
El portavoz del Departamento de Estado, John Kirby, hizo eco de los comentarios de la Casa Blanca, diciendo que están “particularmente preocupados que la ejecución de [al-Nimr] corre el riesgo de exacerbar las tensiones sectarias en un momento en que se necesita urgentemente reducirlas”.
El Washington Post señaló que las implicaciones del rompimiento entre Arabia Saudita e Irán “se extiende mucho más allá de la rivalidad entre las dos potencias regionales y tiene consecuencias en casi todos los conflictos que se desarrollan en el Medio Oriente”.
La actual crisis podría complicar aún más los esfuerzos por resolver la guerra en Siria, en los que hasta ahora habían participado iranís y saudís, y por tanto, podría favorecer al grupo Estado islámico.
Las comunidades chiís han reaccionado furiosamente a la ejecución del clérigo, un prominente crítico de la familia real que gobierna Arabia Saudita y que fue clave en las protestas chiís en el oriente de ese país en 2011. Fue condenado en 2014 por sedición y otros cargos, y fue una de las 47 personas ejecutadas el sábado en Arabia Saudita.