Hace 50 años que el “derecho a guardar silencio” fue ratificado por la Corte Suprema de Estados Unidos. Era la primera vez que los detenidos podían callar sin ser obligados a hablar.
La policía también tenía la obligación de leer estos derechos al realizar un arresto, todavía la tiene. Pero este logro no hubiera sido posible sin Ernesto Miranda.
El arresto de Miranda en Phoenix, el 13 de marzo de 1963, desató una batalla legal que terminó con la famosa advertencia que debe hacer la policía a los detenidos quienes “tienen derecho a guardar silencio, todo lo que digan puede ser usado en su contra en un tribunal y a tener la asesoría de un abogado”.
Miranda fue declarado culpable de secuestrar y violar a una mujer de 18 años en Phoenix. Pero la Corte Suprema concluyó que no se habían protegido los derechos del acusado a no autoincriminarse y a tener un abogado presente durante el interrogatorio.
“Cambió (los procedimientos) policiales. Antes de esto la justicia podría haber estado a favor de la policía, pero ciertamente no a favor de proteger los derechos de los sospechosos”, dijo Daniel García, jefe de la policía de Phoenix.
Después de dos juicios y de pasar algún tiempo en prisión, Miranda fue liberado bajo palabra y fue asesinado a puñaladas durante un juego de cartas en febrero de 1976 en un bar del centro de Phoenix, pero la histórica decisión de la Corte Suprema lleva su nombre.
La policía también tenía la obligación de leer estos derechos al realizar un arresto, todavía la tiene. Pero este logro no hubiera sido posible sin Ernesto Miranda.
El arresto de Miranda en Phoenix, el 13 de marzo de 1963, desató una batalla legal que terminó con la famosa advertencia que debe hacer la policía a los detenidos quienes “tienen derecho a guardar silencio, todo lo que digan puede ser usado en su contra en un tribunal y a tener la asesoría de un abogado”.
Miranda fue declarado culpable de secuestrar y violar a una mujer de 18 años en Phoenix. Pero la Corte Suprema concluyó que no se habían protegido los derechos del acusado a no autoincriminarse y a tener un abogado presente durante el interrogatorio.
“Cambió (los procedimientos) policiales. Antes de esto la justicia podría haber estado a favor de la policía, pero ciertamente no a favor de proteger los derechos de los sospechosos”, dijo Daniel García, jefe de la policía de Phoenix.
Después de dos juicios y de pasar algún tiempo en prisión, Miranda fue liberado bajo palabra y fue asesinado a puñaladas durante un juego de cartas en febrero de 1976 en un bar del centro de Phoenix, pero la histórica decisión de la Corte Suprema lleva su nombre.