El lanzamiento de una nueva autobiografía azuza las especulaciones de que Nikki Haley está preparando el camino para postularse a la presidencia, tal vez en el 2024.
Pero por más que se haya ido del gobierno de Donald Trump en buenos términos, algo poco común en una Casa Blanca caracterizada por la turbulencia e inestabilidad, algunos estrategas dicen que en la era post-Trump podría costarle atraer el voto de sectores tradicionalistas del partido Republicano que no ven con buenos ojos al magnate.
“Se le reconoce que se pudo abrir sin quedar demasiado manchada por el gobierno de Trump”, dijo Chip Felkel, estratega republicano de Carolina del Sur. “Todo el mundo parece quedar manchado por este tipo y son hechos a un lado cuando ya no resultan útiles. Ella camina por una cornisa. Hasta ahora le ha ido bien, pero tiene que cuidarse”.
Haley, quien fue gobernadora de Carolina del Sur, camina por esa cornisa desde la campaña presidencial del 2016. No le caía demasiado bien a Trump y cuando pidió que diese a conocer su declaración de rentas, el futuro presidente dijo que ella era una vergüenza para su estado.
Trump, sin embargo, la nombró embajadora ante las Naciones Unidas y ella atisbó a lanzar algunas críticas veladas al mandatario, aunque sin provocar sus iras.
El delicado equilibrio que debía mantener Haley se refleja en situaciones como la que le plantearon el secretario de estado Rex Tillerson y el jefe de despacho de la Casa Blanca John Kelly cuando trataron de reclutarla para que se opusiese a algunas políticas de Trump, algo que ella tildó de “insultante”.
Al mismo tiempo, se describe como “profundamente molesta” por el comentario que hizo Trump tras los incidentes ocurridos durante un acto de nacionalistas blancos en Charlottesville, Virginia, en el 2017, cuando el mandatario dijo que hubo “buena gente en ambos bandos”. Haley dijo estar “convencida de que (Trump) no entendió lo dañinos que fueron sus comentarios”.
Hacia fines del 2018 dejó las Naciones Unidas por decisión propia, en una actitud que alimentó especulaciones de que podría postularse a la presidencia incluso en el 2020, enfrentando a Trump. Ella, sin embargo, lo descartó totalmente.
A partir de entonces trató de mantenerse en un segundo plano, aunque comenzó a hacer disertaciones por las que llegó a cobrar hasta 200.000 dólares por presentación. Este año empezó a trabajar con Boeing, fundó una organización sin fines de lucro y adquirió una propiedad en Kiawah Island, en Carolina del Sur.
Felkel opina que Haley es bien vista por la gente que puso a Trump en la Casa Blanca, pero no está claro si también se llevaría el voto de los republicanos que no aprueban la gestión del mandatario.
“Tiene contenta a la base y eso le servirá mucho en una primaria, pero no le cae bien a algunos independientes ni a republicanos desencantados que la vieron en algún momento como alguien que podría restaurar la normalidad en el partido”, dijo Felkel.
Otros creen que la lealtad que mostró Haley al gobierno le augura un buen futuro.
“Nikki sigue manteniendo una identidad propia tras servir al presidente”, dijo Catherine Templeton, quien encabezó dos departamentos cuando Haley fue gobernadora de Carolina del Sur. “Nadie cuestiona la lealtad y una gestión inteligente. Ese no es un problema para ella”.
Habrá que ver si Haley logra mantenerse en el candelero durante un período prolongado.
“Cuesta ser centro de atención tanto tiempo, especialmente tomando en cuenta que el electorado tiene un déficit de atención”, manifestó el estratega republicano Terry Sullivan. “Ella se esfuerza por presentarse como lo suficientemente leal a Trump como para llevarse el voto de sus partidarios y lo suficientemente independiente como para arrastrar el de los que no quieren a Trump”.
Haley realiza una gira para promover su autobiografía, llamada “With All Due Respect” (Con el debido respeto). No estuvo disponible para una entrevista para este despacho.