Bajo el abrasador sol del mediodía y con tambores de samba de fondo, un grupo colorido y brillante se prepara para el carnaval en el centro histórico de Sao Paulo.
Mientras el resto de la multitud semidesnuda carga los mezcladores de vodka para la fiesta callejera Casa Comigo, que se celebra el sábado anterior al feriado de carnaval de Brasil, este grupo tiene una misión diferente: asegurarse de que el sensual caos sea consensuado.
“Ustedes son los ángeles del día”, dice una mujer con un tocado multicolor y aros fluorescentes a un ecléctico grupo de 11 personas mientras les entrega montones de tatuajes temporales y pegatinas con el mensaje “no es no”.
Los ángeles, que son un grupo de voluntarios vinculados al Ayuntamiento de Sao Paulo, circulan por fiestas callejeras generando conciencia sobre el acoso sexual. También están atentos a los borrachos, a los más vulnerables y a los incidentes de agresión sexual.
En Brasil se dice que durante el carnaval “vale tudo” (todo vale), la promiscuidad es celebrada y ningún disfraz es demasiado impactante o demasiado pequeño.
Pero hay un lado más oscuro que recibe cada vez más atención. Según el gobierno federal, los casos reportados de violencia sexual suben alrededor de un quinto en los meses de carnaval.
Muchos incidentes no se denuncian. Catraca Livre, una comunidad de noticias que ayuda a llevar adelante el programa de los ángeles, dice que muchos en Brasil aún explican el acoso sexual como un coqueteo.
Luna Souza, una mujer trans de raza negra de 20 años con una diadema de oropel dorada, recorre puestos de bebidas pegando carteles de “no es no” en refrigeradores y sombrillas.
Un grupo de adolescentes grita: “¡Quiero una, quiero una!” y colocan orgullosamente las pegatinas rojas redondas en sus pechos como si fueran luces de freno.
Souza decidió ser voluntaria en parte porque sufrió manoseos en clubes. “Estoy aquí por la causa”, dice.
“Vivimos con acoso todos los días, durante el carnaval es peor”, dijo Heloisa Aun, una periodista de 26 años con un brillante símbolo púrpura de Venus colgando de su oreja izquierda.
Aun comenzó a hacer campaña en el carnaval hace cinco años. En ese momento estaba prácticamente sola, ahora hay 50 ángeles en Sao Paulo y 100.000 pegatinas para distribuir.
“Creo que las cosas están cambiando”, dijo, a pesar de haber sufrido acoso durante su tarea de voluntaria.
Mientras los ángeles distribuyen calcomanías a la multitud, Souza le entrega una a un hombre musculoso con un tatuaje de un gigante escorpión. Lo mira con sospecha, hace una pausa, se encoge de hombros y lo coloca en el centro de su enorme pecho.