Miles de migrantes centroamericanos planeaban el miércoles descansar un día o más en dos ciudades sureñas de México con vistas a poder reorganizar la marcha hacia Estados Unidos, donde los esperan al menos 5.200 soldados estadounidenses para impedirles el acceso.
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Desde el martes los migrantes claman por ayuda con el transporte para continuar avanzando, en medio del cansancio, y la frustración por las altas temperaturas y la falta de alimentos y recursos para continuar la aciaga travesía en busca del sueño americano.
Una cifra indeterminada ha abandonado el intento por llegar a EE.UU., regresando a sus países o aceptando la oferta de México de instalarse en ciudades alejadas de las fronteras. El grupo que llegó a tener unos 7.000 migrantes ha ido mermando, según reportes de prensa y organismos.
Un numeroso grupo que decidió hacer la parada el miércoles tiene por delante unos 1.450 kilómetros (alrededor de 900 millas) del cruce más cercano en la frontera con Estados Unidos.
Un segundo grupo menos numeroso, con alrededor de 1.000 migrantes y que se abrió paso hasta México el lunes, estaba unos 400 kilómetros (250 millas) por detrás del contingente principal y pasó la noche en la ciudad de Tapachula.
Los integrantes de la primera caravana designaron en una asamblea el martes un comité para negociar con las autoridades mexicanas un posible "plan puente" que podría llevarlos hasta la capital en autobús.
Funcionarios no indicaron si se aceptará la petición para trasladar a las 4.000 personas que seguirían en el grupo.
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Los migrantes, entre los que hay mujeres y niños que partieron de Honduras hace más de dos semanas, han acampado en plazas de pequeñas ciudades en los estados sureños de Chiapas y de Oaxaca.
Los residentes del sureño pueblo de Niltepec, empobrecido y casi destruido por un sismo en 2017, dieron la bienvenida a los migrantes, a quienes brindaron alimentos, medicinas y pañales para los niños.
"Nosotros desearíamos tener un espacio digno para ofrecerles a nuestros visitantes", dijo a Reuters Zelfareli Cruz, presidenta municipal de Niltepec.
La cooperación del pueblo incluyó la instalación de tanques llenos de agua para que los migrantes pudieran ducharse y una pantalla gigante mostró partidos de fútbol y programas infantiles, reportó The Associated Press.
El total de los dos grupos representa tan solo unos cuantos días del flujo promedio de migrantes hacia Estados Unidos.
Caravanas similares se han presentado de manera regular en los últimos años, transitando sin llamar tanta atención, pero estas se han convertido en un asunto político candente, en parte por la férrea oposición del presidente estadounidense, Donald Trump.
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A una semana de las elecciones legislativas estadounidenses, el Pentágono anunció el despliegue de 5.200 soldados en la frontera suroeste mientras Trump continúa advirtiendo en Twitter que no pasarán.
El pasado lunes, por ejemplo, Trump explicó que quería construir ciudades de carpas para albergar a los solicitantes de asilo y el martes insinuó la posibilidad de poner fin a los derechos constitucionales de ciudadanía para los bebés nacidos en el país de padres que no sean estadounidenses.
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Muchos de los migrantes que salieron a mediados de octubre de Honduras dicen que están huyendo de la pobreza y la violencia en su país. Buscan oportunidades de empleo para rehacer sus vidas después de tragedias como la muerte de familiares a manos de bandas criminales.
Funcionarios de Exteriores de El Salvador, Guatemala, Honduras y México se reunieron el martes y acordaron coordinar una "atención especial" para la caravana, garantías a sus derechos humanos, asistencia humanitaria y "una migración segura, ordenada y regular y con apego a las leyes migratorias de cada país".
Pedir asilo en Estados Unidos es el fin de los migrantes, aunque muchos se muestran receptivos a solicitarlo en México si su primera opción no funciona.
"Ahora mismo me siento bien. Recién empezamos pero creo que va a ser muy difícil", dijo Gerbert Hinestrosa, un hondureño de 54 años que viaja con su esposa y su hijo adolescente.