El presidente cubano, Raúl Castro, viajó a Chile para asumir la presidencia pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) en una cumbre que pone de relieve el retorno de Cuba al concierto de naciones de la región, aun cuando la isla sigue siendo el único país del área con un sistema político unipartidista y antidemocrático.
La CELAC, que este fin de semana celebra su primera cumbre en Santiago de Chile, fue creada en 2011 en Caracas por iniciativa del presidente venezolano, Hugo Chávez, bajo el lema de buscar una vez más la tantas veces pospuesta integración regional, pero con el énfasis puesto en rescatar políticamente a La Habana y excluir de la ecuación hemisférica a Estados Unidos.
Chávez, que convalece de una cuarta operación de cáncer en Cuba y cuya probabilidad real de volver a asumir el poder es mantenida por las autoridades cubanas y venezolanas en el más absoluto hermetismo, será el gran ausente de la cita, que estará precedida por una cumbre de la CELAC con la Unión Europea.
Aludiendo a la presencia en Chile de jefes de estado europeos para el cónclave, el diario chileno El Mercurio destacaba esta semana que las dos estrellas de la cumbre van a ser la canciller alemana, Angela Merkel, y Castro: la primera “por su capacidad, en esa gran democracia que es Alemania, de combinar liderazgo con popularidad (…) Castro, porque preside uno de los poquísimos países totalitarios que quedan”.
Los intentos por volver a incorporar a Cuba al concierto hemisférico de naciones dieron su primer gran paso en firme en 2009, cuando por presiones mayormente de Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Argentina, la Organización de Estados Americanos (OEA) anuló la expulsión que pesaba sobre La Habana desde 1962.
La real intención de los países miembros de la denominada Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) nunca fue reincorporar a Cuba a la OEA puesto que La Habana siempre dejó claro que tampoco le interesaba hacerlo, sino más bien crear un nuevo foro regional en el que no figuraran ni Estados Unidos ni Canadá. Así fue que surgió la CELAC.
De cualquier manera, aunque los partes oficiales lo oculten, la visita a Chile de Raúl Castro no estará exenta de contratiempos desagradables para el gobernante y de coyunturas políticas difíciles de sortear sólo con sonrisas diplomáticas y expresiones de luego veremos.
Muchos chilenos recuerdan aún la intromisión de Cuba en el país durante la convulsa época que rodeó al breve gobierno socialista del presidente Salvador Allende y su derrocamiento en un golpe por el general Augusto Pinochet, y de hecho antes de la llegada del gobernante cubano para la cumbre ya hubo manifestaciones, de simpatizantes y detractores de la Habana, ante la embajada de la isla en Santiago.
El partido conservador chileno Unión Demócrata Independiente (UDI), integrante de la coalición de gobierno, acusa al gobierno cubano de dar amparo a los guerrilleros de izquierda que asesinaron en un atentado en 1991 al senador Jaime Guzmán, fundador de esa agrupación, y exigen que Cuba colabore en la investigación del crimen.
La UDI difundió la víspera un anuncio pagado en la prensa en el que califica a Raúl Castro de “uno de los principales dictadores del mundo occidental” y reclama que sean llevados a juicio los responsables del atentado, quienes incluso se sospecha que puedan estar residiendo aún en la isla.
Por lo pronto, el presidente chileno, Sebastián Piñera, ha dicho que pedirá formalmente a Castro la cooperación de su gobierno para que se esclarezca el asesinato de Guzmán.
La CELAC, que este fin de semana celebra su primera cumbre en Santiago de Chile, fue creada en 2011 en Caracas por iniciativa del presidente venezolano, Hugo Chávez, bajo el lema de buscar una vez más la tantas veces pospuesta integración regional, pero con el énfasis puesto en rescatar políticamente a La Habana y excluir de la ecuación hemisférica a Estados Unidos.
Chávez, que convalece de una cuarta operación de cáncer en Cuba y cuya probabilidad real de volver a asumir el poder es mantenida por las autoridades cubanas y venezolanas en el más absoluto hermetismo, será el gran ausente de la cita, que estará precedida por una cumbre de la CELAC con la Unión Europea.
Aludiendo a la presencia en Chile de jefes de estado europeos para el cónclave, el diario chileno El Mercurio destacaba esta semana que las dos estrellas de la cumbre van a ser la canciller alemana, Angela Merkel, y Castro: la primera “por su capacidad, en esa gran democracia que es Alemania, de combinar liderazgo con popularidad (…) Castro, porque preside uno de los poquísimos países totalitarios que quedan”.
Los intentos por volver a incorporar a Cuba al concierto hemisférico de naciones dieron su primer gran paso en firme en 2009, cuando por presiones mayormente de Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Argentina, la Organización de Estados Americanos (OEA) anuló la expulsión que pesaba sobre La Habana desde 1962.
La real intención de los países miembros de la denominada Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA) nunca fue reincorporar a Cuba a la OEA puesto que La Habana siempre dejó claro que tampoco le interesaba hacerlo, sino más bien crear un nuevo foro regional en el que no figuraran ni Estados Unidos ni Canadá. Así fue que surgió la CELAC.
De cualquier manera, aunque los partes oficiales lo oculten, la visita a Chile de Raúl Castro no estará exenta de contratiempos desagradables para el gobernante y de coyunturas políticas difíciles de sortear sólo con sonrisas diplomáticas y expresiones de luego veremos.
Muchos chilenos recuerdan aún la intromisión de Cuba en el país durante la convulsa época que rodeó al breve gobierno socialista del presidente Salvador Allende y su derrocamiento en un golpe por el general Augusto Pinochet, y de hecho antes de la llegada del gobernante cubano para la cumbre ya hubo manifestaciones, de simpatizantes y detractores de la Habana, ante la embajada de la isla en Santiago.
El partido conservador chileno Unión Demócrata Independiente (UDI), integrante de la coalición de gobierno, acusa al gobierno cubano de dar amparo a los guerrilleros de izquierda que asesinaron en un atentado en 1991 al senador Jaime Guzmán, fundador de esa agrupación, y exigen que Cuba colabore en la investigación del crimen.
La UDI difundió la víspera un anuncio pagado en la prensa en el que califica a Raúl Castro de “uno de los principales dictadores del mundo occidental” y reclama que sean llevados a juicio los responsables del atentado, quienes incluso se sospecha que puedan estar residiendo aún en la isla.
Por lo pronto, el presidente chileno, Sebastián Piñera, ha dicho que pedirá formalmente a Castro la cooperación de su gobierno para que se esclarezca el asesinato de Guzmán.