Los costarricenses votan el domingo en comicios presidenciales marcados por el debate sobre el matrimonio igualitario, que polarizó al país entre quienes quieren proteger los valores tradicionales y los que quieren mantenerlo como un oasis progresista en Centroamérica.
Por tercera vez en su historia, la democracia más antigua de América Latina podría elegir presidente en segunda vuelta tras la atomización de las preferencias entre 13 candidatos, de los que cinco llegan a las urnas con posibilidades, según sondeos.
La jornada, en la que más de 3,3 millones de electores están llamados a elegir presidente y los 57 diputados de la Asamblea Legislativa, arrancó con normalidad a las 6.00 hora local (12.00 GMT) y se prolongará hasta las 18.00. El Tribunal Supremo Electoral espera dar los primeros resultados unas horas después.
El diputado y cantante evangélico Fabricio Alvarado llega como favorito luego de que una resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en enero, que obliga al país a legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, le permitiera galvanizar al sector ultraconservador del país.
“Hay que plantearse a quienes quieren pisotear la familia y, si necesito plantarme frente a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, lo vamos a hacer”, dijo Alvarado, de 43 años, en el último debate televisado el jueves.
Pero el aspirante no lograría el 40 por ciento requerido para ganar en primera vuelta, según las encuestas, que muestran una reñida competencia entre Antonio Álvarez Desanti, del poderoso partido Liberación Nacional, y el oficialista Carlos Alvarado, por pasar al eventual balotaje del 1 de abril.
“Habrá que escoger entre la inexperiencia o seguir con cuatro años más de lo mismo o buscar una alternativa”, dijo el sábado Álvarez Desanti, empresario bananero de 59 años, que ha usado sus tres décadas en la elite política y su éxito corporativo como tarjeta de presentación ante los votantes.
Por su parte, Carlos Alvarado, exministro y cercano aliado del presidente de centroizquierda Luis Guillermo Solís, entró en la pelea en la recta final pese al desencanto de sus votantes por los escándalos de corrupción que salpicaron al gobierno.
“No hay que volver a los partidos tradicionales, que ya no van a dar nada. Y (tampoco a) los extremos, que no llevan a una nueva ruta”, dijo el escritor y periodista de 39 años.
El auge de los extremos alimentó la apatía y las dudas de buena parte de los 3,3 millones de electores, lo que da esperanzas a otros candidatos como el polémico exministro Juan Diego Castro, cuya promesa de mano dura y extractivismo sorprendió al ganar adeptos en un país “pacifista y ecológico”.
Conocidos por su talante moderado y su lema “pura vida”, que invita a tomarse la vida de forma relajada, los costarricenses han asistido a una campaña inusualmente agresiva, donde los programas para solucionar el creciente déficit fiscal y la criminalidad récord quedaron opacados por las consignas morales.
“Cuando esté en la urna supongo que ahí sabré lo que de verdad quiero”, dijo Susana Muñoz, de 29 años, dependienta en una librería de San José.
Reuters