Contar cadenas y pilares hace que la mente se enfoque en las vueltas del hilo y se olvide de las preocupaciones. Puedes estar en un país extraño, no saber si encontrarás trabajo, pero la cabeza está enfocada en que el hilo siga la ruta que le trazaste para convertirse en un producto.
Este es uno de los principios de la crocheterapia, una idea promovida por Sarahí Areas, para apoyar a migrantes y combatir la discriminación. Ella tuvo que migrar en 2014 por persecución del crimen organizado hondureño. Como periodista y activista tuvo que salir de su país y el destino más lejano que pudo escoger fue Costa Rica.
“Llegue el 17 de julio de 2014 a Costa Rica, producto de la persecución en Honduras, soy periodista y defensora de derechos humanos, teníamos un canal con otro colega, en el cual hablábamos sobre derechos de las mujeres y las niñas y cómo podían tener acceso a los mismos”, relata Sarahí.
Indica que su familia también fue víctima de los ataques. En una ocasión balearon su casa, hiriendo a su hermano, ese fue el detonante del exilio en el que hoy lleva más de 9 años.
Como migrante tenía que encontrar cómo sobrevivir y lo hizo primero con el crochet. Hacía productos como gorritos, frazadas y cobertores para el inodoro y los vendía de casa en casa. Indica que muchas costarricenses no manejan dinero en efectivo en casa y no acostumbran comprar a quienes tocan a sus puertas por lo que “había días buenos y días malos”, recuerda.
Luego encontró trabajo con una amiga, ella tenía un cáterin y Sarahí y su hermana picaban cebollas y cortaban verduras. Eso les permitió tener un trabajo estable y mejorar su situación económica y el tejido pasó a ser una forma de apoyar a otros. Enseñándoles lo que Sarahí considera un arte a través de talleres.
Actualmente volvió a su trabajo como periodista y activista, pero no deja el crochet, encontró en el tejido una forma de apoyar a las mujeres migrantes y combatir la discriminación.
“Cuando una persona teje deja sus problemas a un lado y comienza a enfocarse en el tejido, es la oportunidad de dejar a un lado los problemas, de crear con sus manos y que esa creación le genere autogestión y encuentre un espacio dónde conversar con personas que han pasado por momentos difíciles”, explica.
Desde que Sarahí aprendió a tejer dice que piensa en "yo sí puedo", porque su mamá le decía rápidamente cómo se hacía y ella aprendía viendo. "Pensaba en demostrar que sí podía, me decía yo sí puedo y aprendí".
Cuando era niña la mamá de Sarahí daba clases en un hogar para niños y ella aprendió viendo. Se enfocaba en las vueltas que tenía que dar el hilo. Nunca le enseñaron cómo tomar la aguja y por eso lo hace de una forma diferente. “Yo no agarro la aguja de tejer como todo el mundo (con tres dedos), la empuño con toda la mano”, detalla.
Remarca que el crochet le ha permitido crear un espacio para conversar entre personas locales, migrantes, refugiados y solicitantes de refugio. “Compartimos, hacemos crochet y vamos derribando estigmas”, asegura. Ahora cuentan con un espacio comunitario en Casa Cataluña donde imparte los talleres a las personas interesadas en el tejido a crochet.
Al tejer en grupo, cuenta Sarahí, conversan sobre quién es un inmigrante, y quién es un refugiado, en el caso de los participantes costarricenses aprenden más sobre la situación de las personas de otras nacionalidades que están en Costa Rica. "Me han dicho que no sabían cómo era ser refugiado, que pensaban que les daban todo, casa, comida. Aquí es donde se enteran cómo es la realidad", finaliza Sarahí.
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