La ansiedad dominaba este martes el último día de una cumbre entre la Unión Europea y líderes de América Latina que debía ser una celebración de afecto, pero se convirtió en una lucha diplomática en torno a la guerra de Ucrania.
Los embajadores trabajaron buena parte de la noche y hasta la madrugada para buscar aunque fuera el texto más suave para reprender a Rusia por su invasión de Ucrania.
Las conversaciones se vieron bloqueadas por las reservas de algunos países de Centroamérica, el Caribe y Suramérica, como Cuba, Venezuela y Nicaragua.
“Sería una vergüenza que no podamos decir que hay una agresión rusa en Ucrania. Es un hecho, y no estoy aquí para reescribir la historia”, dijo exasperado el primer ministro de Luxemburgo, Xavier Bettel.
El primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, fue un paso más allá. “A veces es mejor no tener conclusiones en absoluto que tener unas palabras que no significan nada”, señaló.
La esperada cumbre, que se celebraba ocho años después de la anterior, se convirtió en un pulso sobre un tema en el que la mayoría de las 60 naciones asistentes ya se habían puesto de acuerdo en varias votaciones en Naciones Unidas y otras instituciones internacionales.
Mientras que la Unión Europea de 27 países quería centrar la cumbre en nuevas iniciativas económicas y en estrechar la cooperación para hacer frente a la creciente influencia china en la región, varios líderes de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), de 33 países, pusieron sobre la mesa recriminaciones centenarias sobre colonialismo y esclavitud.
“La mayor parte de Europa fue, y sigue siendo, abrumadoramente la beneficiaria desequilibrada en una relación en la que nuestra América Latina y nuestro Caribe han estado y están unidos en yugo desigual”, dijo el primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, país que ocupa actualmente la presidencia de la CELAC.
La defensa diplomática de Ucrania y la condena a Moscú es algo cotidiano para los países de la UE, pero muchos gobiernos de América Latina y Central tienen una visión más neutral de un conflicto en Europa que para ellos es apenas uno de los muchos que sufre el planeta.
Mientras la UE buscaba una redacción más contundente sobre la guerra, Gonsalves señaló que “esta cumbre no debe convertirse en otro inútil campo de batalla para los discursos en este tema, el cual ha sido y sigue siendo abordado en otros foros más relevantes”.
El resultado fue que acuerdos que llevaban tiempo paralizados, como un enorme pacto entre la UE y Mercosur, probablemente no habrán logrado avances cuando los líderes clausuren el encuentro este martes por la tarde.
Si había algo que mostrar era la creciente confianza de América Central y del Sur, impulsada por una enorme inyección de fondos de China y el conocimiento de que sus cruciales materias primas se volverían aún más vitales en los esfuerzos de la UE de reducir su gran dependencia de los minerales raros de China.
La última cumbre de esta clase se celebró en 2015. Desde entonces, la pandemia del COVID-19 y los tres años de ausencia de Brasil en la CELAC han hecho que el Océano Atlántico que separa a los dos bandos parezca aún mayor.
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