No por tardías menos aleccionadoras. Una comisión bipartidista nombrada por el Congreso de EE.UU. acaba de hacer públicos los resultados de su investigación de año y medio sobre las causas de la crisis financiera que hizo trizas la economía de hogares y empresas, y que todavía mantiene sin empleo a casi 15 millones de estadounidenses.
Después de revisar montañas de documentos, entrevistar a más de 700 testigos y llevar a cabo 19 sesiones de audiencias públicas, la comisión difundió un documento de 662 páginas en el que resume cómo se gestó la crisis, qué ocurrió después, y qué medidas se tomaron para tratar de evitar la catástrofe.
Bipartidista al fin, la comisión no fue unánime en sus observaciones, y el dictamen principal: que la crisis pudo haber sido evitada y que fue “resultado de una mezcla de la acción y la inacción humanas”, fue respaldado sólo por los seis miembros demócratas que la integraron. Los cuatro republicanos lo objetaron. Es más, entre ellos mismos, en las páginas del informe afloraron puntos de vista diferentes.
A la cabeza de las conclusiones más significativas figura la de que los errores cometidos en materia de regulación y supervisión financiera resultaron “devastadores”. La culpa la comparten por igual los gobiernos de los presidentes Bill Clinton y George W. Bush, así como el ex jefe de la Reserva Federal Alan Greenspan. En suma, que todos “estaban mal preparados”.
A lo anterior se suman los cálculos errados de la Comisión de Valores, la falta de acción del gobierno, y por supuesto, la irresponsabilidad de Wall Street y de los banqueros que se enriquecieron gracias a multimillonarias inversiones arriesgadas, a las que yo agregaría los merecidos calificativos de inescrupulosas, codiciosas y especulativas. De hecho, los cinco grandes bancos de inversión de entonces: Bear Stearns, Goldman Sachs, Lehman Brothers, Merryl Lynch y Morgan Stanley en algunos casos operaron con capitales 40 veces superiores a los que realmente poseían.
Según la Comisión, “los capitanes de las finanzas y los administradores públicos de nuestro sistema financiero ignoraron advertencias y erraron a la hora de cuestionar, entender y responder a los riesgos en evolución”, y a su juicio el mejor ejemplo de tales errores fundamentales fue el de la Reserva Federal al no frenar el flujo de hipotecas tóxicas.
Para resumir, yo subrayaría que hubo demasiados ejecutivos, funcionarios públicos e instituciones que actuaron con excesiva indolencia e irresponsabilidad. Si se acepta la tesis de los que alegan que la crisis fue impredecible e inevitable, sus consecuencias serían doblemente trágicas porque no estaríamos haciendo nada por evitar que se repita.