Han pasado casi seis años desde que en la primavera de 2014, un grupo ya identificado de piratas informáticos al servicio del gobierno de China accedió a una de las principales bases de información de la entonces administración estadounidense.
Los ‘hackers’ ingresaron en los sistemas informáticos de la Oficina de Administración de Personal (OPM, por sus siglas en inglés) del gobierno. Nadie imaginaba que el robo afectaría a “casi 22 millones de funcionarios estadounidenses" en activo y retirados, "incluidos funcionarios de inteligencia”, reseña hoy el portal Yahoo.com.
Entre los datos robados se encontraban “huellas digitales, registros de personal e información de antecedentes para accesos de seguridad”, señala el popular sitio de noticias.
El hecho sacudió al centro de la comunidad de inteligencia. Con la información pirateada, “Beijing había adquirido una forma potencial de identificar grandes cantidades de espías encubiertos que trabajan para el gobierno de EE.UU.”.
Una nueva era
Los datos personales fueron cotejados como nunca antes. En un incidente anterior, del que no hubo reportes y cercano al que golpeó a la OPM, “altos funcionarios de inteligencia -asegura Yahoo- se dieron cuenta de que el Kremlin pudo identificar rápidamente a los nuevos oficiales de la CIA en la embajada de Estados Unidos en Moscú, probablemente debido a las diferencias salariales entre diplomáticos” y otras pistas.
Se supone que esas pistas podrían haber venido del acceso a los datos de la OPM, posiblemente compartidos por los chinos, o de alguna otra manera, dicen exfuncionarios.
El golpe a la OPM fue un momento decisivo, y marcó el comienzo de una era en la que los grandes datos y otras herramientas digitales pueden hacer que los métodos de inteligencia humana tradicional se extingan, dijeron exfuncionarios, citados por el portal de noticias. “Es parte de una evolución que plantea uno de los desafíos más importantes para el trabajo encubierto de inteligencia en al menos medio siglo, y probablemente mucho más”, resalta la publicación.
Los viejos métodos, vistos en las novelas y películas adaptadas de los libros de John le Carré, donde los espías abren cajas fuertes secretas llenas de pasaportes falsos e identidades intercambiables ya son una reliquia.
La CIA se habría visto obligada a reconsiderar incluso cómo recluta, a partir de los cambios tecnológicos tan profundos que ocurren actualmente.
Entonces la difusión de nuevas herramientas como el reconocimiento facial en los cruces fronterizos y los aeropuertos, y las cámaras de vigilancia conectadas a Internet en las principales ciudades, estaría quedando atrás; luego de décadas invertidas por expertos de inteligencia en perfeccionar sus métodos.