El viaje final del senador John McCain concluyó el domingo en una verde colina de la Academia Naval de Estados Unidos en Annapolis, Maryland, con vista al río Severn, cerca de otros marinos y junto a un viejo amigo.
Una cureña tirada por caballos que llevaba el ataúd del senador encabezaba una procesión de dolientes desde la capilla de la academia a su cementerio tras una ceremonia privada. La viuda del senador, Cindy, y sus hijos estaban entre los que caminaban detrás de la cureña. Junto con ellos iban familiares y amigos, así como miembros de la generación de 1958 a la que perteneció McCain, líderes militares y marinos de la academia.
Aproximadamente a las 4 de la tarde, aeronaves militares sobrevolaron en honor del piloto de la Armada que fue derribado sobre Vietnam y fue prisionero de guerra más de cinco años. El entierro fue privado, como lo pidió McCain, el candidato presidencial republicano de 2008 que falleció el 25 de agosto de cáncer cerebral a los 81 años.
Uno de los oradores en la ceremonia, el senador Lindsey Graham, dijo antes de ésta que le diría a la audiencia que “nadie amaba más a un soldado que John McCain, que soy testigo de su compromiso por apoyarlos, viajar a donde ellos van, nunca permitir que sean olvidados”. También hablaron David Petraeus, general retirado y exdirector de la CIA, y Jack, hijo de McCain.
Mientras la carroza que transportaba al senador pasó por una verja e ingresó a la academia, varios cientos de personas en la calle en el cálido y húmedo día veraniego emitieron un sonoro aplauso. Muchas tenían una mano sobre el corazón y ondeaban banderas estadounidenses, y algunas gritaron “Dios te bendiga”.
Hace años, el almirante Chuck Larson, aliado de McCain toda su vida, reservó cuatro lotes en el cementerio: dos para McCain y para él mismo, y dos para sus esposas, ahora viudas. Larson falleció en 2014, y McCain escribió en las memorias que publicó recientemente que quería ser enterrado junto a su amigo, “cerca de donde comenzó todo”.