De una salida a una venta de garaje puede traer sillas, banquetas, hormas de zapatos que luego salen de su casa directo a una galería de arte o las manos de un coleccionista. La artista cubana Rita Águila va por Miami como quien se ocupa de reparar la vida.
“Yo creo que esa cosa del olor por la madera, yo siempre la he tenido”, explica a la Voz de América Águila, diseñadora gráfica de profesión, desde su casa en Hialeah.
Los objetos vuelven a su sentido utilitario inicial después de pasar por las manos de la artista. La intervención de las piezas es el centro de su arte, explica.
Sus inicios artísticos están relacionados con su niñez en Cuba, en el pueblo de Guáimaro, al centro del país, al lado de un aserrío. Desde entonces tuvo interés por pintar y dibujar y por seguir el camino de su padre, un trabajador del sector forestal.
Su llegada a Buenos Aires, Argentina, en 2002 le abrió las puertas a esa inquietud que llevaba desde la infancia. Allí dio con “el lugar ideal” pues, afirma, “es muy fácil encontrar quien te enseñe, hay muchos talleres por los barrios”.
Entonces se sumó a un taller y aprendió "profesionalmente cómo intervenir un mueble, cómo restaurarlo", y desde entonces no se ha detenido.
“Yo veo una silla, una mesa… y puertas, y digo: ‘me encanta’, me enamoro de eso y ya le veo que la puedo restaurar”.
Es precisamente su serie Abriendo Puertas la que le ha traído una mayor cuota de interacción con el público. Alguna gente la identifica como la mujer "de las puertas".
Miami, el otro espacio
Al llegar a Miami en 2013, Águila se enamoró "a primera vista": pasó por una venta de garaje y encontró la primera silla. Desde entonces, no ha dejado de trabajar la restauración y la creación artística del lado de la intervención de objetos de uso.
La asiste su esposo, el fotógrafo Ángel Segundo González, y la acompaña su hija Amelia. El trabajo conjunto puede verse en el blog Limonada creativa, y en las redes sociales.
Las sillas terminadas vuelven a su uso utilitario, pero siempre con la huella del Op Art, un estilo de la visualidad óptica que le da una vuelta completa a los objetos que interviene.
En Miami “es complicado”, dice sobre la dinámica de relación con los clientes, desde el punto de vista comercial. Sin embargo, desde el punto de vista emocional es muy gratificante, por lo que la gente le devuelve a modo de aceptación.
Hay piezas, afirma, que no vende por ningún dinero del mundo, puertas, sillas u hormas de zapatos a los que les tiene un cariño particular.
Varios espacios galerísticos en Miami le han abierto las puertas, entre ellos señala a Artefactus Teatro, aunque hay pocos lugares para exponer desde una disciplina que no es de las más aclamadas dentro de las artes visuales, dice.
“Que haya personas que no lo valoren es que hablan más desde la ignorancia”, concluye.
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