Faltan menos de cien días para las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
El 3 de noviembre, el actual presidente, Donald Trump, que busca la reelección, se enfrentará previsiblemente en las urnas con el candidato demócrata, el exvicepresidente Joe Biden.
Por ahora, las encuestas pintan un panorama poco favorable para el presidente Trump: Biden lleva una ventaja de 8.8 puntos (50.3% para el demócrata frente al 41.5% para el republicano) en la intención de voto según el promedio de las encuestas a nivel nacional de la página web Real Clear Politics.
La pandemia del coronavirus, que ya registra más de 4,3 millones de contagiados en EE.UU., y los reclamos sociales plasmados en las protestas desencadenadas por la muerte de George Floyd han aumentado el descontento entre los estadounidenses.
Un 71% de los estadounidenses siente rabia respecto al estado del país y un 67% está en desacuerdo con el manejo que el presidente Trump le ha dado al COVID-19, según encuestas del Pew Research Center y ABC/Ipsos, respectivamente.
Además de llevar ventaja a nivel nacional, Biden también ha ganado puntos en intención de voto en estados clave como Colorado, Wisconsin, Arizona, Minnesota, Michigan, Florida, Iowa y Texas.
Pero nada está escrito en piedra y es prematuro asegurar que la victoria para Biden está asegurada. En tres de las últimas diez elecciones presidenciales, el candidato que tenía ventaja en las encuestas a finales de julio perdió el voto popular en noviembre. No obstante, dos de ellos se hicieron con la presidencia después de conseguir el apoyo del colegio electoral, como sucedió en las elecciones del 2016, en las que Trump se enfrentó a Hilary Clinton.
¿Qué puede cambiar de aquí a noviembre?
El coronavirus y la estrategia que el gobierno ha tenido para abordarlo ha sido uno de los golpes más duros a la popularidad del presidente.
Sin embargo, la carrera por obtener una vacuna o un tratamiento efectivo contra el virus continúa y en caso de lograrse antes de las elecciones —una fecha que los expertos califican de ambiciosa—tendría, sin dudas, repercusiones políticas.
Pfizer y Biotech, dos empresas farmacéuticas con sede en EE.UU, anunciaron el lunes que entraron en la fase tres del desarrollo del estudio para una vacuna y analistas en Wall Street están considerando la posibilidad de que las compañías tengan el prototipo listo para octubre.
Ligada al desarrollo de una posible vacuna está la economía, uno de los puntos más importantes en la campaña de Trump. A pesar de la reapertura de comercios en algunos estados, la recuperación económica pasa por la vuelta a la normalidad, difícil de imaginar sin una vacuna o un tratamiento disponible y de fácil acceso.
También hay espacio para las sorpresas, como algún suceso inesperado que impacte las posibilidades electorales de uno de los candidatos. El ejemplo perfecto: la carta que el exdirector del FBI James Comey envió al Congreso a pocas semanas de las elecciones en 2016 anunciando que se reabría la investigación sobre el servidor de correo electrónico de Clinton.