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En el fútbol, la razón no alcanza


Las cábalas responden a una necesidad de las personas de querer ser partícipes, según un psicólogo social.
Las cábalas responden a una necesidad de las personas de querer ser partícipes, según un psicólogo social.

Desde un vendedor de tortas fritas al presidente de la República, son muchísimos los uruguayos que no se conforman con alentar a su selección. Quieren hacer algo más por ellos. Algo que los ayude a ganar.

¿Vieron el primer partido en el bar de la esquina y Uruguay ganó? ¿Usaron la bandera uruguaya atada al cuello y les dio resultado? ¿Algún conocido está prohibido de acercarse al televisor por ser yeta?

Así están los uruguayos, presos de miles de cábalas que reafirmaron a medida que Uruguay avanzó hacia cuartos de final. Y en el partido contra Ghana, los hinchas harán lo imposible por mantener sus rituales.

“Mañana voy a tratar de ver el partido con mi hijo en mi casa, y con la bufanda de Uruguay al cuello. Ésa es mi cábala”, dijo a voanoticias.com el subsecretario del Ministerio de Industria, Edgardo Ortuño.

Aunque el partido se juega en horario laboral, Ortuño dijo que está “presionado y motivado” para cumplir con la cábala que estableció junto a su hijo de siete años.

Para el ministro de Turismo y Deporte, Héctor Lescano, también es cábala ver los partidos junto a su hijo, Pancho. Y a su lado, tiene una bandera de Uruguay y de Liverpool, el cuadro nacional del que es hincha.

“Se conversa mucho sobre el tema de las cábalas”, dijo Lescano. “Mi secretaria, por ejemplo, viene con la camiseta y la tiene puesta todo el día”.

En el ministerio colocaron cuatro televisores para ver los partidos, al igual que en muchas oficinas públicas y privadas del país. La estrategia les salió bien: seguir el Mundial allí se convirtió en cábala para muchos empleados, y así no faltan al trabajo, contó Lescano.

Conjuros para ganar

Un vendedor ambulante de tortas fritas, Roberto Furtado, dijo que su cábala es ver el partido en su casa.

Es un ritual que comparten muchos uruguayos. Dos legisladores consultados por voanoticias.com –Jorge Larrañaga, del Partido Nacional, y Alberto Couriel, del Frente Amplio – dijeron que intentarán ver el partido en sus casas este viernes.

Larrañaga llevará puesta una camisa celeste con una rayita blanca. “La empecé a usar en el primer partido. Luego en el segundo, y después seguí esta tradición”, contó.

Couriel verá el partido en su casa, “en el mismo asiento y con la misma televisión”. En principio, lo verá solo, porque a su mujer no le gusta el fútbol. Pero lo que le importa es cumplir con la cábala, dijo.

El artista plástico Carlos Páez Vilaró estará acompañado de su gato, que casualmente – o no – se llama Mandela. Vilaró dijo que siempre ve los partidos con alguno de los tantos gatos que tiene. El viernes le toca el turno a Mandela.

“Lo buscaré por todos lados y voy a tocar su cabecita antes del partido. Será mi talismán. Luego, haré la señal de la cruz”, contó.

Mandela aportará lo suyo. Pero el talismán más importante del Mundial estará en manos de la selección celeste. El responsable de crearlo fue el mismísimo Páez Vilaró: una pelota de fútbol pintada con los colores de la bandera nacional.

Al parecer, el obsequio se convirtió en cábala para los jugadores uruguayos, y antes de cada partido tocan el balón. “Vi una foto en el diario de los chicos tocándola”, dijo Vilaró. “Me halaga mucho que la pelota esté en el centro de la esperanza”.

El presidente, José Mujica, también comparte una cábala con los jugadores. El viernes los llamará antes del partido para desearles suerte, como lo ha hecho hasta ahora, informó la prensa local.

“Las cábalas responden a una necesidad de las personas de querer hacer algo, de tener el control y participar en este proceso que engancha a todo el mundo”, explicó el psicólogo social Néstor Ganduglia.

“Aunque los acontecimientos sucedan al otro lado del océano, los uruguayos no quieren ser sólo espectadores. Quieren sentirse por dentro de este fenómeno”.

Los hinchas saben que en el fútbol, la lógica no siempre acompaña. Pero sobra la esperanza.

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