La venezolana Darmelys Morillo, profesora de educación inicial en una zona pobre de Caracas conocida como Filas de Mariche, tiene la seguridad de que en esta área donde son frecuentes las fallas de servicios públicos "la principal carencia es la educación".
Sin embargo -explica- hace siete meses un proyecto llamado REMO, que impulsa la Fundación ProPetare, está haciendo la diferencia con la instalación de pequeñas bibliotecas ubicadas en los sectores de Caracas, Carabobo, Aragua y Miranda.
“Tenemos hasta mamás que no sabían leer, niños que tampoco saben leer y están en sexto grado”, expresó la educadora, que no ocultó su preocupación durante una entrevista con la Voz de América.
Morillo habla desde su experiencia de ocho años impartiendo clases a niños y jóvenes en zonas vulnerables.
“Antes era una tradición que llegaras a primer grado y tenías que saber leer, ahorita no”, lamenta. A la vez cuestionó "por qué los niños llegan a sexto grado (de 10 a 12 años) sin saber leer".
“Por la situación que estamos viviendo en los colegios públicos, donde estamos impartiendo clase solo dos veces a la semana, de 7:30 a 10:30 de la mañana, entonces a veces no puedes dar el contenido completo”, afirmó.
Se trata de un horario mosaico o de emergencia que asumieron muchos directores y docentes de centros educativos públicos de Venezuela, ante la crisis salarial que los golpea. Los profesores venezolanos son considerados los peores pagados de América Latina.
Morillo, por ejemplo, gana 4,5 dólares cada 15 días. “Eso no alcanza para nada”, dice.
En realidad, 4,5 dólares alcanzan hoy para comprar dos kilos de cebollas en el mercado.
“A veces le echamos la culpa al docente, pero ¿quién se pone en el zapato de nosotros para poder, con el sueldo que tenemos, asistir a diario (a dar clases)? ¿Y el pan de cada día, cómo vas a dar clase si no te alimentas bien? Y el niño que tiene necesidades y no se alimenta bien tampoco va a asistir a clases”, cuestiona.
Tenemos hasta mamás que no sabían leer, niños que tampoco saben leer y están en sexto grado”Darmelys Morillo, profesora venezolana
De cualquier forma, este método u horario reducido afecta el proceso de aprendizaje de los alumnos.
En marzo, la Red de Observadores Escolares de La Asociación Civil Con La Escuela publicó un informe donde destaca que 13,08 % de los niños de tercer grado (entre 8 y 9 años) no pueden leer “ni una sola palabra” y el 24,09 % apenas alcanza hasta 14 palabras por minuto”.
“Estos resultados reflejan una realidad educativa que invita a la reflexión. La falta de clases en muchas instituciones, exacerbada por la alta inasistencia estudiantil a las escuelas y el impacto negativo de la situación socioeconómica en los docentes, ha influido desfavorablemente en el aprendizaje de los estudiantes”, indica el informe.
En todo caso, Morillo quiere contribuir y promover la lectura en estos niños. Se apoyó entonces en la Fundación ProPetare y juntos impulsaron la creación de una pequeñísima biblioteca en su comunidad donde viven unas 63 familias.
Es un pequeño cajón de madera en forma de casa que está sujeto en una columna que quedó de una vivienda derrumbada en la zona. Tiene una puerta, que unos niños abren para tomar libros y cuentos.
¿Quién sabe leer?, preguntó…
Silencio…
Al rato, un niño se anima a leer. Tiene en sus manos La Dama y el Vagabundo.
“A veces hacemos una lectura entre todos y eso da pie a que el niño también se entusiasme a hacer lo que tanto se ha perdido”, sigue Morillo.
Proyecto Remo
A siete meses de iniciado el proyecto, la Fundación Petare ha construido 20 bibliotecas en distintos sectores de Caracas, Carabobo, Aragua y Miranda. El objetivo es precisamente incentivar la lectura y contribuir a la generación de tejido social.
“Es una iniciativa y alianza con comunidades (...) Tenemos 50 solicitudes, no nos damos abasto”, explicó a VOA José Nicolás Briceño, director de la Fundación.
Proyecto Remo nació en 2023 como un homenaje a Argenis Martínez, un periodista venezolano que falleció y dejó una “importante” donación de libros.
“Las bibliotecas no tienen llaves, no tienen cerraduras, llega alguien toma un libro, lo deja, lo intercambia (...) Y en las 20 que hemos puesto no ha habido ningún problema, nadie se está robando los libros, ni se han llevado el mueble, es algo que te da esperanza de que en Venezuela las personas son honesta, han intentado que creamos lo contrario, pero la gente es honesta, participativa”, afirmó Birseño.
“Es la propia comunidad la que la cuida, la que la alimenta de libros (...) El lema de la biblioteca es ‘lleva un libro, deja un libre’”, siguió.
Pero la rotación en la comunidad de Morillo no es fluida. “La idea era que la persona te entregará un libro por el que se está llevando, pero ellos no tienen, entonces lo que hacemos es que ellos se lo llevan, los vuelven a traer, pero si ya los leyeron no tendrán nuevos en la caja”.
En su caso apela a la donación.
En otra zona de Caracas, está Ana Urbina, que fue enlace entre su comunidad y la Fundación. En su caso, apuesta porque la iniciativa beneficie a adultos mayores que han quedado atrás por la migración.
“Hay muchos adultos mayores que tienen el nido vacío, ya sus hijos se fueron, viven en otros países entonces venir y tener un espacio para leer era mi mayor ilusión”, concluye.
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