El Departamento de Defensa de Estados Unidos ha recurrido al uso de impresoras 3D para aumentar la producción de respiradores médicos, una herramienta vital para el tratamiento de algunos pacientes de la COVID-19, informaron el lunes fuentes oficiales.
"Expertos del Laboratorio de Investigación del Ejército están colaborando con socios civiles para producir respiradores de bajo coste de emergencia empleando impresoras 3D", desveló el Pentágono en un comunicado.
En concreto, este tipo de impresoras están sirviendo para fabricar un pequeño respirador portátil conocido como Illinois RapidVent, de tamaño semejante a una botella de un litro de agua.
"Debido a su tamaño y a su portabilidad, este respirador puede resultar ideal para los soldados en el campo de batalla, más allá de la pandemia de la COVID-19", señaló Tonghun Lee, investigador que forma parte del proyecto y que fue citado en el comunicado.
Asimismo, la cartera de Defensa está recurriendo a las impresoras 3D para producir mascarillas N95, que son consideradas las más seguras del mercado, pero cuya disponibilidad es muy limitada en estos momentos.
Desde hace años el Pentágono ha recurrido a las impresoras 3D para llevar a cabo diversos proyectos, como la fabricación de piezas de repuesto para armamento y vehículos, la creación de prototipos para la realización de pruebas o, incluso, la construcción de puentes para permitir el paso de las tropas.
"Además, las impresoras 3D más ligeras pueden ser empleadas en el campo de batalla, lo que reduce los costosos atrasos a la hora de obtener repuestos que tendrían que ser enviados desde miles kilómetros de distancia", concluye el comunicado.