El 11 de septiembre de 2001, Jorge Latorre, profesor de Cultura de la imagen en la Universidad de Navarra, se encontraba en el Departamento de Artes de la Universidad de Nueva York (NYU). Cuando se enteró de lo sucedido en la zona sur de Manhattan, cogió su bicicleta y su cámara para recorrer las polvorientas calles del World Trade Center. Este es el resultado y la siguiente, su reflexión:
"Nueva York mezcla el encanto de la privacidad con el excitante placer de la participación; mejor que las comunidades más densas, consigue aislar al individuo (es lo que la ciudad pretende, y lo que casi todo el mundo busca o necesita también) de los apasionantes y sorprendentes acontecimientos que tienen lugar allí cada minuto (...) Ha muerto un hombre por el desprendimiento de una cornisa. Yo no formaba parte de esa tragedia, porque aquí unas pulgadas de distancia son decisivas. Menciono esto sólo para mostrar que Nueva York ha sido construido para absorber casi todo lo que ocurra (...) sin que el acontecimiento influya en sus habitantes; así que cada acontecimiento es, en cierto sentido, opcional, y el neoyorkino permanece en la feliz posición de poder elegir su espectáculo y a la vez conservar su propia esfera de intimidad sin implicarse”.
Here is New York, E. B. White, New York, 1949 (traducido por Jorge Latorre, tercera edición, The Little Bookroom, New York, 1999, pp. 22-23).