El gobierno mexicano invocó poderes especiales para resguardar la seguridad nacional con tal de seguir adelante con un tren para turistas a lo largo de la Riviera Maya, que amenaza cuevas en las que se han hallado algunos de los restos humanos más antiguos de América del Norte.
El presidente Andrés Manuel López Obrador se afana por completar el Tren Maya en los dos años que le quedan a su mandato, en contra de las objeciones de ambientalistas, arqueólogos y las personas que bucean en los cenotes.
El gobierno dispuso una pausa en el proyecto este año, después del fallo de un tribunal a favor de activistas que cuestionaban la ruta, porque cruza la selva sin que se haya presentado un informe sobre el impacto en el medio ambiente.
Pero el lunes invocó poderes asociados con la seguridad nacional para reanudar las obras. López Obrador dijo este martes que la pausa había sido muy costosa y que el decreto impedirá que los intereses de unos pocos priven sobre los del bien común.
En noviembre, su gobierno había emitido otro decreto que conminaba a los organismos del estado a que aprobaran automáticamente toda obra pública que el gobierno considerara “de interés nacional” o que afectara “la seguridad nacional”.
Los activistas dicen que el proyecto, con sus pesadas vías para un tren de alta velocidad, fragmentará la selva costera y pasará por sobre los frágiles techos de piedra caliza de las cuevas conocidas como cenotes que, por estar llenas de agua y ser sinuosas, y a menudo muy estrechas, pueden tomar décadas para explorar.
Dentro de los cenotes hay tesoros arqueológicos que no han sido tocados por milenios.
“No sé qué puede ser más importante que esto”, dijo Octavio del Río, un buceador y arqueólogo que lleva tres décadas explorando la región. “Estamos hablando de los restos más viejos del continente”.
El Tren Maya recorrerá 1.500 kilómetros de la península del Yucatán, conectando balnearios, playas y sitios arqueológicos.
“El problema no es el trazado. Si se cambia el trazado, igual va a haber muchos hallazgos”, explicó Diego Prieto, director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, un organismo oficial a cargo de la protección de las reliquias en la ruta del tren. “El problema es el acompañamiento arqueológico para poder recuperar el material que se va encontrando y para conservar las estructuras que deben permanecer en el sitio”.
Las cuevas a lo largo de la costa estaban probablemente secas hace 13.000 años, durante la última edad de hielo. Cuando el nivel del mar subió al final de esa era y se inundaron, actuaron como unas cápsulas de tiempo, muy frágiles.
Para sostener los rieles, el gobierno planea hundir vigas y columnas de cemento que penetrarán los techos de las cuevas, lo que probablemente haga que se desmoronen, junto con las reliquias que pueda haber.
La arqueóloga del gobierno responsable de asegurar que el proyecto no daña esos artefactos, Helena Barba, dijo a medios locales que su equipo catalogará las decenas de sitios arqueológicos en las pocas semanas o meses que quedan antes de que llegue la maquinaria pesada.
Buzos y exploradores de cuevas dicen que eso es absurdo.
“Probablemente no conocen ninguno” de los sitios y “no tienen experiencia en estas cuestiones, como para poder hacer este tipo de sumersiones en cuevas inundadas que son las más extensas del planeta”, afirmó del Río.
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