El diputado liberal nicaragüense Maximino Rodríguez todavía tiene secuelas del COVID-19. Camina lento, se apoya en momentos con un bastón, usa mascarilla de forma casi permanente y lleva consigo un oxímetro para medir constantemente su nivel de saturación de oxígeno en la sangre.
Rodríguez se contagió de COVID-19 a inicios de marzo de este año. Cuando comenzó a presentar los primeros síntomas, pensó era algo pasajero y asistió a una sesión de la legislatura.
Días después notó que las cosas no andaban bien. Tenía dificultad respiratoria, se cansaba con facilidad y los reportes de contagios del nuevo coronavirus cada vez se escuchaban con más frecuencia en el Parlamento, por lo que acudió a los médicos del lugar quienes, según relata, minimizaron sus síntomas.
Los primeros 14 días de su condición de salud el diputado intentó tratarse en su casa, pero por el rápido deterioro de su salud, acudió a un hospital privado, en donde fue asistido por médicos que le explicaron la grave condición en la que se encontraba, al punto que le hablaron de la necesidad de ser intubado.
“Estaba saturando casi a la mitad de lo normal y ya habían gastado muchos tanques de oxígeno en mí. Me hablaron de la necesidad de ser intubado y acepté. Pasé nueve días así. Según los médicos, a quien le practican la intubación es un paciente de alto riesgo y muere. Gracias a Dios sobreviví, pero pasé dos meses apoyado con una máquina de oxígeno”, rememora el legislador.
Tras la intubación traqueal, el diputado dice que perdió 30 libras y “quedó como vegetal”, pero aparte de eso comenzó a presentar episodios de “terror nocturno” a consecuencia del estado en el que se encontraba.
“Pasé una semana que no dormía. Tenía miedo de cerrar los ojos. Tenía miedo que iba a morir. Hay que tomar esto en serio, no solo por nosotros, sino por nuestro entorno”, comenta Rodríguez, quien recuerda que al inicio de la pandemia y tras acudir con mascarilla al Parlamento hubo burlas de diputados oficialistas.
Desconoce dónde se contagió
El diputado no se atreve a afirmar que se contagió en el edificio parlamentario, pero reconoce que no se tomaron las medidas de prevención indicadas a nivel mundial por las organizaciones sanitarias.
“Sería especular decir que me contagié en la Asamblea porque desde marzo del año pasado tomé mis medidas y muchos colegas ser burlaron de mí, pero de repente me contagié y la carga viral fue tremenda”.
Varios diputados murieron de COVID-19, dice legislador.
Desde que se reportó el primer caso del nuevo coronavirus en Nicaragua, el Parlamento controlado por el oficialismo nunca suspendió las sesiones presenciales, a pesar de ser un edificio cerrado y con poca ventilación.
Incluso la bancada oficialista promovió sanciones y recortes de salarios para los diputados de oposición que por temor a ser contagiados se ausentaran de sus labores en el hemiciclo, según reportes periodísticos del año pasado.
Los parlamentarios no practicaban el distanciamiento social y cuando la bancada del Partido Liberal Constitucionalista acudía al plenario con mascarillas, eran objetos de burla de sus colegas.
Extraoficialmente, se contabilizó desde 2020 la muerte de al menos cinco diputados por razones asociadas al virus.
“Cantidades, varios hermanos diputados se murieron y se han muerto, no solo aquí, en todos lados. Por eso insisto en que debemos cuidarnos”, indica Maximino Rodríguez, quien asegura que sus pulmones no quedaron normales después la enfermedad.
“Debo caminar este oxímetro y caminar pendiente de mi salud”, dice mostrando el dispositivo a la Voz de América.
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