Cae la tarde y de lunes a viernes desde hace casi dos años, unos 100 niños de entre 1 y 10 años, inscritos en el proyecto “Nutriendo futuro” esperan que su cena sea servida en el único comedor nocturno del país. En un suburbio de Caracas, en el barrio “El Calvario” de El Hatillo, estos menores encuentran algo que ya sus padres no pueden proveer.
Ailin, junto con algunas vecinas, dirigen el comedor. Su rutina ya está establecida. Pasadas las tres de la tarde empiezan a cocinar un menú balanceado que varía a diario y que es organizado con la colaboración del departamento de nutrición de una importante clínica privada. Ailin sostiene que aunque es un trabajo satisfactorio, emocionalmente representa una carga pesada, pues relata que los padres de muchos niños han decidido irse del país y dejarlos bajo supervisión de familiares.
Pero el apoyo a estos niños va más allá de su nutrición. Al percatarse de las deficiencias que muchos de los menores presentan en el ámbito escolar, esta organización empezó a trabajar para reforzar sus bases educativas. Incluso, cuentan con una pequeña biblioteca que busca fomentar la lectura.
Samuel Díaz es uno de los creadores del comedor y relata que el proyecto cuenta con el apoyo de particulares y diversas empresas privadas. Entre ellas, un supermercado que aporta parte de los alimentos. Con satisfacción detalla que de acuerdo al más reciente informe de la clínica que les da acompañamiento, lograron reducir la desnutrición infantil en menores de cinco años desde un 50 a un 5%, en un lapso de 4 meses.
El resultado los impulsa a continuar una labor que en medio de las dificultades que enfrenta el país, representa una auténtica manifestación de resistencia y de lo más auténtico del ADN venezolano.