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Opositores a Ortega buscan reorganizarse en Nicaragua desde la clandestinidad


Los opositores al presidente Daniel Ortega señalaron a la agencia Reuters que temen por sus vidas y la integridad de sus familias.
Los opositores al presidente Daniel Ortega señalaron a la agencia Reuters que temen por sus vidas y la integridad de sus familias.

Por casi seis horas, Gustavo, uno de los líderes de la resistencia contra el gobierno de Daniel Ortega, permaneció oculto en una casa en el occidente de Nicaragua mientras la policía y grupos paramilitares asediaban el último bastión opositor que finalmente cayó a mediados de la semana.

Mientras los hombres encapuchados celebraban el martes la toma del aguerrido poblado indígena de Monimbó, el joven de 28 años cogió una moto y salió despavorido, según relató a Reuters. En su huida tuvo que guarecerse en varias casas de seguridad y pasar la noche en una montaña.

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Afirmó que como él, cientos de manifestantes siguen huyendo mientras las fuerzas de seguridad, apoyadas por grupos irregulares armados, les pisan los talones por las costas, lagos y montañas del pequeño país de 6,2 millones de habitantes acusándolos de “terrorismo” por protestar contra el Gobierno.

“Por seguridad, estamos en distintos lugares. Como ya comenzó la cacería fuerte, con precio a nuestras cabezas (...) están sacando de casa en casa a cada uno de nosotros”, dijo el joven, que prefirió el anonimato y se hace llamar “Guardabarranco”, el nombre del ave nacional de Nicaragua.

“El pecado capital fue que protestamos contra quien nos enseñó a protestar”, agregó Gustavo, quien se apartó del partido de Gobierno por sospechas de que cometían corrupción.

“Pero ya nos estamos reorganizando porque si hay algo que los nicaragüenses tenemos, es experiencia quitando dictadores: nosotros quitamos a (Anastasio) Somoza y nosotros mismos vamos a quitar a Ortega”, dijo el joven quien pidió por seguridad no dar pistas de dónde está refugiado.

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“Guardabarranco”, quien cubrió su identidad con lentes oscuros y un pañuelo con los colores de la bandera de Nicaragua, recordó que tenía una vida normal como encargado de un par de empresas de consumo masivo hasta que explotaron las protestas en abril y se unió a ellas, indignado por la “brutal represión”.

Dijo que los paramilitares amenazaron con quemar su casa por lo que sacó del país a su esposa e hija hace tres semanas y se unió al Movimiento 19 de abril, que conmemora uno de los días más violentos de las protestas que ya acumulan tres meses y casi 300 muertos.

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Desde la clandestinidad, “Guardabarranco” dijo que se comunica con sus aliados y que ha coordinado la huída de decenas de miembros de su movimiento en Masaya, epicentro de las manifestaciones. Sin embargo, muchos otros todavía arriesgan sus vidas huyendo por escarpadas montañas y durmiendo a la intemperie, incluso heridos.

Las protestas contra el gobierno de Ortega, quien cursa su tercer mandato consecutivo, comenzaron a mediados de abril como reacción a una reforma al sistema de seguridad social, pero se ampliaron tras la violenta represión.

Los opositores exigen la renuncia del exguerrillero, quien enfrenta su peor crisis desde que asumió en 2007 y a quien acusan de amañar elecciones, controlar medios, manipular la justicia y querer instaurar una “dictadura familiar” junto con su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo.

La pareja presidencial ha negado esas acusaciones y las que los denuncian por violaciones de los derechos humanos de los manifestantes.

¿Terrorismo?

La Asamblea Nacional, de mayoría sandinista, aprobó recientemente una Ley contra el Lavado de Activos, la Financiación al Terrorismo y la Proliferación de Armas de Destrucción Masiva donde estipula una prisión de entre 15 y 20 años para quienes financien al “terrorismo”.

Asociaciones civiles y hasta la ONU han criticado la norma por criminalizar la protesta pacífica y temen que se pueda engrosar la lista de “presos políticos” que, según el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH) es de 226.

A pesar de ello, la Iglesia católica está albergando a muchos manifestantes que huyen de la policía y los paramilitares.

“Al estar con el pueblo, la Iglesia también recibe a esta gente que está siendo perseguida, su vida vale mucho”, dijo el viernes a Reuters el padre Leonel Alfaro, vicario de la catedral de Managua, donde ha refugiado a varios jóvenes manifestantes desde que iniciaron las protestas.

“Es un riesgo que corremos. Sin embargo, nosotros no podemos hacernos a un lado cuando la gente nos necesita”, agregó.

Uno de los jóvenes que albergaron durante las protestas es “40”, un alias que se ganó al ser uno de los 40 jóvenes refugiados en una oportunidad previa en la catedral de Managua.

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Con sendas balas incrustadas en sus manos, el muchacho de 29 años escapó de Monimbó esta semana a través de la laguna de Masaya, donde pasó una noche bajo la fría lluvia, herido.

“Fue bastante difícil, no se esperaba que el pueblo de Monimbó fuera reprimido por balas de alto calibre”, dijo a Reuters desde la clandestinidad, con una franela cubriendo su rostro.

“Aún hay gente que huye, aún hay gente buscada por el Gobierno”, agregó después de relatar que, en plena montaña, un doctor que lo acompañaba le extrajo las balas. “No queremos más muertos, queremos que el señor Daniel Ortega entienda que el pueblo ya no lo quiere más, el pueblo quiere un cambio”.

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