El papa Francisco concluyó una visita breve pero profundamente simbólica a Egipto el sábado con una misa al aire libre para la diminuta comunidad católica del país.
De esta forma el pontífice desafió las preocupaciones de seguridad para mostrar su respaldo a los cristianos en esta nación mayoritariamente musulmana, quienes que se han vuelto blanco de ataques frecuentes de extremistas islámicos.
Helicópteros militares sobrevolaron la zona y un gran contingente de policías montó guardia mientras el pontífice recorría del estadio de fútbol donde se celebró la misa en un carrito de golf, fiel a su política de estar lo más cerca posible de los fieles.
Los asistentes lo vitorearon con entusiasmo, ondeando banderas de Egipto y el Vaticano y cantando los himnos entonados por coros de iglesia.
El estadio, propiedad del Ministerio de Defensa, tenía espacio para 25.000 personas, pero cuando llegó el papa estaba a menos de la mitad de su capacidad.
Los católicos forman menos de 1% de los 92 millones de habitantes de Egipto.
Francisco les instó en su homilía a ser buenos y misericordiosos con sus compatriotas, señalando que “el único fanatismo que pueden tener los creyentes es el de la caridad”.
“Cualquier otro fanatismo no procede de Dios y no le complace”, afirmó.
Fue un mensaje muy pastoral, después de que Francisco pidiera el día anterior a los líderes musulmanes que renuncien al fanatismo religioso que lleva a la violencia.
El papa hizo esa petición durante una visita a la universidad de Al Azhar, la milenaria institución de enseñanza suní donde se forman clérigos y eruditos de todo el mundo.
La seguridad era especialmente alta en torno al estadio y en el lujoso barrio donde pasó la noche Francisco.
Había policías uniformados y de paisano aproximadamente cada metro (yarda) del recorrido hasta el estadio. La policía utilizó detectores para buscar explosivos en los vehículos y había guardias armados vigilando, algunos en azoteas, con el rostro cubierto.
Sin embargo, Francisco decidió prescindir del papamóvil antibalas que emplearon sus predecesores en viajes al extranjero y se movió por El Cairo en un sencillo Fiat con la ventanilla baja.
"Él es un mensajero de paz, realmente un mensajero de paz”, dijo el asistente Amgad Eskandar antes del comienzo de la misa. “Todas sus palabras hablan sobre la paz, llaman a la paz, trabajan por la paz, lo cual es excelente”.