El papa Francisco declaró el domingo que "Hoy es tiempo de misericordia", al clausurar con una misa un dividido encuentro de obispos que, por un solo voto, suavizó la doctrina de la Iglesia a los católicos divorciados y casados de nuevo por lo civil y a los homosexuales.
El sábado, Francisco había criticado lo que llamó “los corazones cerrados que frecuentemente se esconden detrás de las enseñanzas y las buenas intenciones de la Iglesia”, en referencia a los obispos que se han resistido a los llamados papales de hacer que la iglesia sea más “incluyente”.
Francisco acusó a esos obispos de juzgar “muchas veces con superioridad y superficialidad, casos difíciles y a familias heridas”.
El respaldo del sínodo al llamado del papa para una Iglesia más misericordiosa y menos crítica fue una clara victoria de Francisco y los prelados progresistas, quienes han estado buscando margen de maniobra en las enseñanzas de la Iglesia para permitir que estos católicos casados en segundas nupcias puedan recibir la comunión.
Los conservadores se habían opuesto, citando la doctrina de la Iglesia, pero no pudieron reunir los votos necesarios para bloquear la aprobación del documento final.
Con la jerarquía eclesiástica fuertemente dividida ante él mismo en la Basílica de San Pedro el domingo, Francisco apuntó veladamente a aquellos en la Iglesia que ponen más importancia a la doctrina y la ley que en la misericordia y el perdón de Dios.
Les advirtió del riesgo de "llegar a ser habitualmente impasibles ante la gracia", de darle la espalda a los niños más heridos de Dios y de aplicar una "ilusión espiritual" que no les permite ver la realidad de su rebaño frente a sus ojos y responder ante ella.
"Una fe que no sabe cómo afianzarse en la vida de la gente sigue siendo árida y, en lugar de los oasis, crea otros desiertos", dijo. Agregó que los momentos de sufrimiento y conflicto son, precisamente, las ocasiones para que Dios muestre misericordia.
"¡Hoy es un tiempo de misericordia!", recalcó.