Para el teniente Daren Diviak, cada día que pasa frente al monumento en honor a sus colegas caídos es un recordatorio de la violencia en las calles. Él trabaja en el Operation Safe Streets Bureau del Departamento de Policía de Los Ángeles, cuya labor es patrullar las calles del sur de Los Ángeles y ciudades cercanas como Compton, donde decenas pandillas libran un disputa territorial.
“Hubo un asesinato aquí mismo la semana pasada”, dijo Diviak mientras señalaba un punto desde su patrulla, “donde le dispararon y mataron a un hombre. Lo persiguieron y lo asesinaron”. También impactaron a una joven, pero sobrevivió.
Diviak ha recorrido estas calles por décadas y puede identificar los graffitis en las mallas y en los edificios que usan las pandillas para marcar su territorio; sus nombres están inspirados en las calles y los barrios: Bounty Hunter Bloods, Swamps Crips, Fruit Town Piru, Tree Top Piru. Patrullar aquí puede incluir tratar de calmar a miembros de una familia involucrados en alguna pelea, o bien, responder a un tiroteo.
“Cuando anochece”, cuenta Diviak, los residentes “son prisioneros de sus propias casas. Se quedan adentro, no salen a las tiendas”. Cuando las personas escuchan disparos, cuenta el oficial, se alejan de las ventanas.
El FBI estima que en Estados Unidos hay más de 30.000 pandillas y suman más de un millon de miembros. Los datos incluyen pandillas callejeras, en centro penitenciarios y bandas de motocicletas.
Oficiales de las fuerzas policiales en Estados Unidos afirman que en Los Ángeles y en Chicago, las bandas son responsables de al menos la mitad de los asesinatos, y del 13% de los asesinatos en todo el país. Muchas pandillas tiene vínculos con cárteles internacionales. La policía indica que el dinero proveniente del narcotráfico y del tráfico de armas alimenta la violencia.
Diviak está en la línea de batalla contra las pandillas, pero su acercamiento al problema contrasta con la solución recomendada por el presidente Donald Trump, quien ha adoptado una política de mano dura frente a la situación.
Trump se ha enfocado en la amenaza de la pandilla transnacional MS-13, conocida como Mara Salvatrucha, la cual se inició en Los Ángeles en los años 80 y se trasladó a El Salvador cuando Estados Unidos deportó a miembros de la banda. Esta pandilla es conocida por sus brutales métodos de tortura y de asesinato, y el presidente Donald Trump ha afirmado que reforzar los controles migratorios frenaría sus actividades criminales.
Sin embargo, en California, hogar para unos 10 millones de migrantes, la policía tiene una perspectiva completamente diferente. Ellos afirman que su trabajo no es reforzar controles migratorios y que esto sólo complica los desafíos para los cuerpos policiales.
Luego de una redada policial sobre miembros de la MS-13 en Los Ángeles en mayo de 2017, el Jefe de la Policía de Los Ángeles, Charlie Beck, dijo que el arresto “no tenía nada que ver con su estatus migratorio, sino con su estatus criminal”. Él agregó que muchos de los testigos que habían hecho posibles los arrestos tenían sus propias dificultades migratorias.
El condado de Los Ángeles tiene 150 mil miembros de pandillas, dice Daren Diviak del Departamento de Policía local. Él indicó que cuando una víctima reporta un crimen, “alguien se metió a robar a mi carro”, “alguien acaba de disparar a nuestra casa”, ellos son las víctimas y los oficiales ayudan sin cuestionar su estatus.
Bandas internacionales violentas como la Barrio 18, MS-13, los Crips and Bloods, todas iniciaron en Los Ángeles.
Las fuerzas policiales dicen que el problema es multi-generacional y ubicuo, pues afecta tanto al centro de la ciudad como a los suburbios, pueblos pequeños y zonas rurales. Sin embargo, las mayores consecuencias las sufren las dos grandes zonas urbanas que compiten en Estados Unidos por el título de “capital pandillera”: Los Ángeles y Chicago.