En una muestra de “unidad y fraternidad” se convirtió la entrega del Premio Nobel de la Paz, en Oslo al laurear a una adolescente paquistaní y a un hombre mucho mayor de origen indio, por su ardua labor en defensa de los derechos de los niños.
Malala Yousafzai, convertida en símbolo en la defensa de los derechos de las mujeres y de los niños, participó en la emotiva ceremonia en Oslo convirtiéndose a sus 17 años en la mujer más joven en recibir un Nobel.
Malala fue víctima hace dos años de un atentado talibán que la dejó al borde de la muerte. Los talibanes querían silenciarla porque la consideran un agente de occidente y una mala influencia para la juventud musulmana.
Pero la joven, de 14 años al momento del accidente, se convirtió en una figura mundialmente reconocida por su valor y coraje al enfrentar al Talibán. Milagrosamente Malala sobrevivió al balazo que recibió en la cabeza y que la dejó en coma por seis días, pero su pasión la mantiene firme en sus convicciones.
En un reciente discurso ante las Naciones Unidas la joven enfatizó que "la pluma es más fuerte que la espada" y que no sentía "ningún resentimiento hacia los talibanes" que la atacaron.
Malala, que vive actualmente en el Reino Unido, compartió el premio con el activista indio Kailash Satyarthi, figura de la lucha contra el trabajo infantil, quien durante su discurso rechazó "aceptar que el mundo sea tan pobre cuando sólo una semana del gasto global en armas es suficiente para llevar a todos los niños a las aulas", afirmó Satyarthi entre los aplausos del público.
