La industria automotriz de Estados Unidos se prepara para otra posible escalada en la guerra arancelaria del presidente Donald Trump con el mundo, la cual podría debilitar el sector y la economía a nivel global, inflar los precios de los autos y provocar una reacción del Congreso.
El domingo, el Departamento de Comercio envió a la Casa Blanca un reporte sobre los resultados de una investigación ordenada por Trump acerca de si los vehículos y piezas importados representan una amenaza a la seguridad nacional estadounidense.
La dependencia federal no ha dado a conocer públicamente sus conclusiones y la Casa Blanca hasta ahora no ha comentado. Si el reporte concluye que las importaciones representan un peligro para la seguridad nacional, Trump tendría 90 días para decidir si impone esos gravámenes.
Trump ha reiterado numerosas veces su deber como presidente de salvaguardar la seguridad nacional como justificación de su anterior serie de aranceles. Una cláusula obscura de la ley de comercio autoriza al presidente a imponer aranceles ilimitados sobre importaciones específicas si su Departamento de Comercio concluye que esas importaciones amenazan la seguridad nacional.
Independientemente de lo que haya concluido el Departamento en este caso, Trump ha dejado bien claro su entusiasmo por los aranceles en general y por los aranceles automovilísticos en particular. Algunos analistas dicen que piensan que es muy probable que el reporte haya apoyado los aranceles, especialmente por la predilección del presidente.
Entre las recomendaciones del Departamento “ciertamente habrá aranceles porque, oigan, él es el Hombre de los Aranceles”, dijo Williams Reinsch, un exfuncionario de comercio que ahora es asesor del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (un centro de estudios de políticas), refiriéndose al apodo que el propio Trump se ha dado.
Ejecutivos de la industria automovilística participaron el martes en una teleconferencia para discutir los posibles pasos que tomaría Trump. Entre ellos están aranceles de hasta 25% solamente sobre las piezas importadas de autos, solamente sobre los vehículos importados o sobre vehículos y piezas, incluidos los procedentes de México y Canadá.
La última opción sería especialmente rara, toda vez que Estados Unidos, México y Canadá llegaron a un nuevo tratado de libre comercio a finales del año pasado y las legislaturas de los tres países deben ratificarlo.
En audiencias públicas el año pasado, la idea de imponer nuevos aranceles a los autos no consiguió respaldo. Incluso los fabricantes estadounidenses de automóviles, que ostensiblemente se beneficiarían de impuestos a sus competidores extranjeros, se opusieron a los aranceles.
Entre otras preocupaciones, los fabricantes temen aranceles de represalia que las naciones afectadas vayan a imponer a los vehículos estadounidenses. Muchos productores estadounidenses además dependen de piezas importadas que estarían sujetas a los aranceles de Trump y serían por ello más caras.