La sala de prensa James Brady es hoy un lugar distinto. La mayoría de los 49 asientos están vacíos durante las conferencias de prensa. Y las conferencias de prensa no las realiza el secretario de prensa, sino el presidente en persona.
El presidente Donald Trump no usaba la sala para conversar con los reporteros sino hasta que el coronavirus alcanzó proporciones, aunque había sido locuaz con nosotros en la Oficina Oval u otros lugares, incluyendo en el extranjero.
Por los primeros tres años de la administración Trump, mis colegas de la Voz de América y yo y yo nos turnábamos para sentarnos en nuestro puesto asignado, en la cuarta fila entre Fox News Radio y el National Journal para participar en las conferencias del secretario de Prensa u otros funcionarios.
La primera ronda de sacrificios por el coronavirus dejó cada otro asiento desocupado por el distanciamiento social y nos lanzó a la última fila en un asiento compartido con la PBS (la radio nacional pública).
La segunda ronda dejó solo dos asientos desocupados en cada una de las siete filas. Ahora, la VOA está en la sala solo cuando nos toca nuestro turno de ser el reportero compartido de radio. Algunas cadenas noticiosas se han retirado de la rotación por temor a la infección, aunque eso signifique sentarse cerca de fotógrafos inquietos y gente que queda a menos de los dos metros recomendados por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC).
Hasta ahora, tres periodistas que han estado en la sala de prensa han reportado tener síntomas similares a los del coronavirus.
Para entrar a la sala y estar a distancia para hacer una pregunta al presidente hay que pasar por dos controles de temperatura, uno en el portón noroeste y otro dentro del ala oeste de la Casa Blanca.
El Washington Post me preguntó recientemente cómo era hacer la transición de lo que era la rutina en la Casa Blanca hacia lo riesgoso.
Navegar la Casa Blanca, respondí, ha sido como intentar evitar activar una mina terrestre invisible y de acción retardada”.
El reportero de medios de comunicación del Post, Paul Fahri, me dijo que yo he cubierto desastres naturales, trabajado en zonas de guerra y viajé a Fukushima, Japón, en el 2011 para reportar en el derretimiento del reactor nuclear. Le dije que nunca he sentido “tanto temor de un reportaje como el que siento cuando abordo el metro de Washington para ir a la Casa Blanca durante la última semana”.
Ya no uso el Metro, el sistema de trenes para transporte colectivo en la región de Washington. Por un par de semanas conducía mi auto del norte de Virginia al centro de Washington, hasta que los lotes de estacionamientos empezaron a cerrar a las 6 p.m. Ahora uso un ride compartido y espero que la manecilla de la puerta del carro no tenga el virus y que el conductor no estornude.
Algunos corresponsales y fotógrafos han empezado a usar máscara sanitaria. Ninguno de los que se paran en el podio, de pie a menos de dos metros de distancia de los reporteros, usan una. Hasta ahora solo un reportero ha hecho una pregunta mientras usaba una mascarilla.
Chanel Rion, una periodista de la derechista One America News Network, desafió la regla del distanciamiento social de la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca, que controla la asignación de asientos, y se quedó de pie en la parte trasera del salón, supuestamente como invitada del secretario de prensa, y ha sido repetidamente reprendida por el presidente de la Asociación.
La Asociación de Corresponsales sacó a One America News Network de la asignación de asientos como castigo, pero Rion no se da por vencida. Trump sabe quién es ella. Hay una fotografía de las manos del presidente sobre los hombros descubiertos de Rion en la más reciente fiesta navideña en Mar-a-Lago.
El presidente es menos afectuoso con algunos de los otros periodistas en el salón.
“Con quién trabajas tú?”, pregunta a veces el presidente a los reporteros, especialmente a aquellos que son afroamericanos o asiáticos.
Un día le hizo esa pregunta a mi colega de la VOA, Patsy Widakuswara, sólo días después que ella le hiciera una pregunta durante un vuelo en el Air Force One.
Las conferencias pueden extenderse hasta por más de dos horas. En algunos días, cuando el clima está agradable, las conferencias son trasladadas al Jardín de las Rosas.
Las conferencias empiezan con el presidente, el vicepresidente, Mike Pence y dos doctores, Anthony Fauci y Deborah Birx. El evento es oficialmente la Conferencia de Prensa de la Fuerza de Tarea de la Casa Blanca para el Coronavirus. Covid-19 es el tema central.
Pero los comentarios del presidente, basados en los impulsos del mandatario o en las preguntas de los reporteros, pueden incluir los precios internacionales del petróleo, el estado mental de Joe Biden, críticas a la VOA y el posible perdón presidencial para “Tiger King”, el personaje principal de un documental de Netflix.
En días en que VOA no tiene un asiento en la Sala de Prensa, lo cubro desde un recién montado estudio en el cuarto de lectura de mi casa, una cabaña histórica a la mitad del camino entre la Casa Blanca y Mount Vernon, la antigua casa del primer presidente de Estados Unidos, George Washington.
Aquí, frecuentemente reflexiono que el presidente Washington tuvo que lidiar con una epidemia de viruela. La fiebre amarilla fue una preocupación en Washington hasta finales del siglo XIX. La fiebre española cobró hace un siglo la vida de 1.000 residentes de Washington. Ahora esperamos ver si el coronavirus logrará superar ese saldo.