"Cada migrante es el síntoma de un estado fallido. Las personas deberían poder concretar sus sueños en sus países. Cuando eso no ocurre, la gente huye, esperando rehacerse en otro lugar." Con estas palabras, Renato Cisneros resume uno de los ejes centrales de El mundo que vimos arder, su más reciente novela que presentó en la Feria Internacional del Libro de Miami, donde el escritor peruano reflexionó sobre las complejidades y contradicciones de la migración, tanto en el pasado como en la actualidad.
La obra, que entrelaza dos historias separadas por casi un siglo, explora el desarraigo, los dilemas de la identidad y las tensiones que enfrentan los migrantes. Por un lado, está Matías Guirato Roeder, un peruano que en los años treinta abandona su país para buscar un futuro en Estados Unidos y termina involucrado en los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Por otro, un periodista peruano contemporáneo intenta rehacer su vida en España tras separarse de su pareja, enfrentando las dificultades emocionales y prácticas del exilio.
Cisneros, quien ofreció una entrevista con La Voz de América en el marco de la feria, destacó cómo su propia experiencia como migrante influyó en la creación de esta obra. "Yo mismo viví una migración privilegiada", confesó. "Me fui del Perú sabiendo dónde iba a vivir, con mi número de seguridad social listo. En contraste, la mayoría de los migrantes latinoamericanos enfrentan una experiencia violenta, incierta y llena de precariedad".
Un puente entre tiempos y realidades migrantes
La novela de Cisneros conecta dos momentos históricos para explorar lo que considera una constante en la experiencia migrante: la lucha por encontrar un equilibrio entre el país que se deja atrás y el que se intenta construir. "Todo migrante vive dos vidas", explicó el autor. "La que decidió emprender en el lugar al que fue y una vida trunca en el país que dejó. Esa vida fantasma se actualiza con la pregunta que todos los migrantes nos hacemos: '¿Qué hubiera pasado si me quedaba?'"
Para Cisneros, la migración no es solo un fenómeno social, sino un reflejo de las fallas estructurales en los países de origen. "La tragedia del migrante muchas veces radica en esa creencia de que el futuro está en otro lugar, cuando no siempre es así", afirmó. Esta visión se refleja claramente en sus personajes, quienes navegan entre la nostalgia por lo perdido y el esfuerzo por adaptarse a un nuevo entorno.
La migración como debate actual
Aunque parte de la trama ocurre en los años treinta y cuarenta del siglo pasado, Cisneros enfatiza que las tensiones en torno a la migración son más actuales que nunca. "Hoy vemos cómo los flujos migratorios están en el centro de debates polarizados. Políticos en todo el mundo atacan abiertamente a los migrantes, reforzando estigmas y cerrando fronteras", señaló durante la entrevista.
El escritor subrayó cómo la literatura puede servir como herramienta para fomentar la empatía. "Uno de los objetivos de esta novela es que el lector se pregunte: ¿cuántas veces en mi familia alguien tuvo que desplazarse para que yo esté donde estoy hoy?".
Cisneros también abordó el impacto de la migración en la identidad personal y nacional. "Cuando eres niño, la patria parece algo sólido y unívoco, pero con el tiempo te das cuenta de que se reduce a afectos, personas y momentos", reflexionó. "Ahora tengo dos hijas nacidas en España. Eso cambia por completo cómo se entreteje la idea de nacionalidad".
Un espejo entre ficción y realidad
La experiencia de Matías Guirato en El mundo que vimos arder, quien se enfrenta al horror de la Segunda Guerra Mundial, resuena con las dificultades que viven muchos migrantes contemporáneos, aunque en contextos diferentes. "Quería reflejar cómo el desplazamiento está intrínsecamente ligado a los dilemas morales y a la búsqueda de un propósito", explicó el autor.
El propio Cisneros ha encontrado en la distancia una perspectiva más clara sobre su país natal. "Estoy convencido de que el país de uno se entiende mejor desde lejos", afirmó. "Desde la distancia puedes identificar cosas que habías normalizado, como el machismo o la violencia, pero también valoras aspectos únicos, como la capacidad de los peruanos de trabajar duro para sacar adelante a sus familias".
¿Vale la pena migrar?
La pregunta sobre si vale la pena dejar el país de origen atraviesa tanto la obra como la reflexión personal de Cisneros. "En mi caso, migrar ha valido la pena porque me ha permitido darle a mi familia una vida más segura en Madrid", reconoció. "Pero también pienso en lo injusto que es que esas condiciones no existan en mi país".
El autor concluyó destacando la importancia de utilizar la literatura como un espacio de denuncia y reflexión. "El contraste entre los países de origen y los de destino no debería quedarse como una anécdota folclórica. Debemos preguntarnos por qué sociedades con todo para ser más civilizadas siguen sumidas en el caos", apostilló.
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