El dramático rescate de una nena de tres años atrapada en un pozo de 23 metros de profundidad en Argentina fue una versión en menor escala del rescate de los 33 mineros chilenos.
Vanesa Mamani, de nacionalidad boliviana, permaneció durante siete horas atrapada en el pozo. Los bomberos lanzaron un lazo para que la niña se lo colocara alrededor de las axilas. A la vez, enviaron una cámara de fibra óptica con visor infrarrojo para monitorear sus movimientos.
Esa cámara demostró ser esencial. Al tener solamente tres años, iba a ser difícil que la niña entendiera las instrucciones de los bomberos y de su madre de cómo sujetarse el lazo. Pero al observar sus movimientos a través de la cámara, pudieron dirigirla.
A pesar de la diferencia en la dimensión de los hechos –los mineros estaban bajo 700 metros de tierra y la operación de rescate fue algo sin precedentes-, tuvieron un punto en común: la ayuda de la tecnología para comunicarse con los supervivientes y socorrerlos.
Nueva tecnología que facilita que se den estos milagros y que permite que el público sea testigo de los hechos a medida que se desarrollan.
La historia de los mineros y de esta niña son prueba de que estamos ante una nueva era en lo que se refiere a situaciones adversas y catástrofes humanas: la era de los rescates en vivo.
Los 33 chilenos fueron el puntapié inicial de esta tendencia, con una audiencia televisiva descomunal. En el momento en el que emergió Luis Urzúa, el último de los mineros, la audiencia de muchas cadenas de televisión estadounidenses se duplicó, tal como en el caso de Fox News y CNN.
Y las agencias internacionales de noticias estimaron que el rescate del minero Florencio Ávalos, el primero en salir, fue seguido en directo por televisión por “mil millones de espectadores alrededor del mundo”, según el Observatorio de Medios FUCATEL de Chile.
En el caso de Vanesa Mamani, la audiencia no se asemejó ni por asomo pero sí tuvo una enorme repercusión en Argentina. Según el periódico Clarín, “acaparó todo”. “Tanto (los canales) Telefé Noticias como Telenoche le dedicaron sus ediciones completas al rescate de Vanesa”, que podía ser visto en vivo gracias a la cámara de fibra óptica.
Algunos medios de prensa argentinos destacaron el rol que tuvo la tecnología para salvar a la niña y compararon su caso con el chileno. Incluso uno de los bomberos involucrados en el rescate dijo que sin esa tecnología no lo habrían logrado.
Pero el exceso mediático trae acarreado ciertos problemas. Por ejemplo, si el rescate de la niña hubiera salido mal, ¿cómo repercutirían esas imágenes en vivo y en directo en la audiencia y en sus familiares?
Y en las redes sociales, algunos se preguntaron sobre el uso político que se puede hacer de estas transmisiones. “Banco a Daniel Scioli (gobernador de la provincia de Buenos Aires) presente en el rescate. Aunque es inevitable pensar que busca un efecto como el de Sebastián Piñera con los mineros”, dijo un usuario de Twitter.
El caso de los chilenos, por otra parte, inspiró a 33 mineras chilenas a encerrarse a 500 metros de profundidad en una mina en desuso, como forma de protestar la eliminación de un programa laboral creado por el gobierno para los lugares afectados por el terremoto de febrero.
La vida “en vivo”, para bien o para mal, ya no tiene por qué ser recreada en un escenario al estilo Gran Hermano. Ahora, las grandes hazañas pueden ser vistas a tiempo real, con toda la emoción que conllevan. Pero también habrá que analizar las consecuencias.