Miles de personas hacían fila el sábado para despedir al exlíder soviético Mijaíl Gorbachov, que puso en marcha reformas drástica que ayudaron a poner fin a la Guerra Fría y precipitaron la desintegración de la Unión Soviética, en una ceremonia a la que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, ya dijo que no asistiría.
La negativa del Kremlin a declarar un funeral de Estado refleja la incomodidad que despierta el legado de Gorbachov, venerado en todo el mundo por la caída del Telón de Acero pero vilipendiado por muchos en su país por el colapso soviético y la posterior crisis económica que arrastró a millones de personas a la pobreza.
En privado, Putin depositó el jueves flores ante el féretro de Gorbachov en el hospital de Moscú en el que falleció. El Kremlin dijo que la apretada agenda del líder le impediría asistir al funeral.
Preguntado por los asuntos concretos que ocuparán al mandatario el sábado, el vocero del Kremlin, Dmitry Peskov, dijo a los reporteros que tendrá una serie de reuniones de trabajo, una llamada telefónica internacional y debe preparar un foro empresarial al que asistirá la próxima semana en el Extremo Oriente ruso.
Gorbachov, que murió el martes a los 91 años, será enterrado en el cementerio moscovita de Novodevichy junto a su esposa, Raisa, tras una ceremonia en la Sala de las Columnas de la Casa de los Sindicatos, una opulenta mansión del siglo XVIII próxima al Kremlin que ha albergado funerales de Estado desde la época soviética.
En el acto del sábado, los asistentes pasaron junto al féretro abierto de Gorbachov, flanqueado por una guardia de honor, y depositaron flores mientras sonaba una música solemne. La hija de Gorbachov, Irina, y sus dos nietas, estuvieron sentadas junto al ataúd.
El gran salón, adornado con candelabros y columnas, albergó los bailes de la nobleza con los zares y fue testigo de reuniones y congresos de alto nivel, además de funerales, durante la época soviética.
La elevada asistencia obligó a alargar el acto una hora, más allá de las dos que se habían programado.
A pesar de la elección del prestigioso escenario, el Kremlin no calificó la ceremonia como un funeral de Estado, aunque Peskov dijo que tendrá “elementos” propios de un acto de esa categoría como una guardia de honor y la ayuda del gobierno en su organización. El portavoz no dijo en qué se diferenciarán las dos ceremonias.
La declaración de funeral de Estado habría obligado a Putin a asistir y a Moscú a invitar a líderes extranjeros, algo a lo que al parecer el Kremlin era reacio ante las crecientes tensiones con Occidente tras el despliegue de sus tropas en Ucrania.
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