La mayoría de científicos sostiene que el coronavirus afecta los sentidos del olfato y el gusto. Pero otros especialistas señalan ahora que las medidas de confinamiento y distanciamiento social han afectado a otro de los sentidos: el tacto.
El tacto es crucial para nuestro equilibrio biológico, psicológico y social. Sus beneficios son inherentes a la sustancia que une a la humanidad, ya que ha permitido redes de colaboración, afirmó la neurocientífica Helena Wasling.
“Uno es el efecto fisiológico. Cuando nos tocamos, podríamos haber reducido el estrés, sentirnos seguros, podríamos tener una presión arterial más baja y saber que tocar de humano a humano en realidad nos conecta y forma relaciones y lazos entre las personas y esos lazos son absolutamente esenciales para vivir una vida humana plena”, explicó Wasling.
Las fibras nerviosas que conectan la piel al cerebro hacen que el tacto transmita toda clase de información que beneficia a la mente y el organismo, afirmó la investigadora.
“Te ayuda a sentirte seguro o protegido, te ayuda a sentirte incluido en una reunión social, información que va a partes particulares del cerebro que se ocupan de tus emociones”, añadió Wasling. “No podemos olvidar que el tacto es igual de importante que la vista o la audición”.
El golpe que la pandemia le dio a uno de los sentidos esenciales, en nuestra naturaleza, ha sido fulminante, ya que basta recordar lo que investigaciones demuestran, cuando se deja atrás el contacto. Esto ha sido especialmente duro entre las personas mayores, que han perdido el contacto físico con hijos o nietos, por precaución.
“Niños que han crecido en orfanatos, por ejemplo, sin contacto físico y puedes ver lo que les pasa y es muy, muy obvio que sus sistemas nerviosos no se desarrollan adecuadamente”, añadió Wasling.
La esencia del ser humano es estar junto a otros, de lo contrario nunca hubiéramos sobrevivido, por lo que la profesora afirmó que a pesar de la pandemia hay que ser conscientes del peligro que supone meterse en burbujas artificiales y dejar de convivir abandonando un sentido que está arraigado en nuestro ADN.
“Es un conocimiento humano básico que necesitamos tocar para estar conectados y si empezamos a quitar eso, podríamos generar más sospechas hacia otras personas y menos colaboración”, concluyó Wasling.