Los rescates de tesoros en las aguas de los Cayos, generaron grandes fortunas. Sin dudas la más famosa es la de Mel Fisher, que tras 16 años de búsquedas, en 1985 descubrió el galeón español “Nuestra Señora de Atocha”, que se hundiera frente a las costas de Key West junto a la “Santa Margarita” y “Nuestra Señora del Rosario”, en 1622.
La carga que transportaban, al momento del hallazgo alcanzaba a un valor de 400 millones de dólares. En la actualidad, la epopeya de la nave española siniestrada y el rescate de su millonario tesoro se pueden ver casi paso a paso, en el Museo Mel Fisher.
Pero también bajo las aguas que rodean a los Cayos hay otros tesoros sumergidos.
Tesoros vivos de la naturaleza que fortalecen la actividad turística y que crean riqueza cada día. Un viaje en los barcos con fondo transparente le dará a los menos intrépidos la posibilidad de disfrutar de la belleza de los corales. O bien, sumergirse para disfrutar en directo de los colores de los peces, los propios corales, encontrar alguna de las tortugas gigantes o hasta algún tiburón Nodriza, que aunque intimidan con su tamaño, en general suelen ser inofensivos. En definitiva, todo es parte de la experiencia de visitar los Cayos.
Pero los fanáticos de la pesca, nada mejor que embarcarse en la búsqueda de una buena lucha que puede dar un Mahi Mahi, aunque el precio a pagar será embarcarse durante todo un día en medio del calor abrasador del trópico.
Pero más allá de colores y contrastes, los Cayos de la Florida son un santuario a visitar y cuidar y en ese sentido la industria turística que se extiende desde Key Largo, el primero y más grande de los Cayos, hasta Key West, toma buen recaudo de los invalorables recursos naturales.
Definitivamente, Key West no queda de paso hacia ningún lado, es el fin del camino. Por lo tanto, a Key West hay que ir, pero bien vale la pena.