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“Todo se va en comida”: la inflación se aplaca oficialmente en Venezuela, pero la vida sigue cara


Javier Montiel, un zapatero venezolano, repara unos calzados en el norte de Maracaibo, la tarde de este viernes 12 de julio de 2024.
Javier Montiel, un zapatero venezolano, repara unos calzados en el norte de Maracaibo, la tarde de este viernes 12 de julio de 2024.

El Banco Central de Venezuela reportó que la inflación de junio fue la más baja del año. Los economistas cuestionan las cifras, mientras los consumidores resienten el alto costo de la vida.

El Banco Central de Venezuela reportó la inflación de junio como la más baja en todo el año, de sólo un 1 %, pero los especialistas dudan que la cifra sea creíble y los consumidores admiten que el costo de la vida sigue siendo demasiado caro para ellos.

Venezuela superó en diciembre de 2021 una hiperinflación que se extendió por 4 años, un récord para el país y uno de los ciclos de alza de precios más prolongados en la historia de la economía contemporánea.

Ello no significa que Venezuela sea un país barato o accesible para todos.

Ana Luisa Álvarez, una ama de casa de 70 años, lleva consigo la lista de las verduras que debe comprar en un mercado callejero de hortalizas, en Caracas, pero no podrá comprar todo lo que necesita. El cajero le informa que su tarjeta de débito no tiene saldo suficiente para pagar los víveres. Por eso, saca de su bolsa, una a una, cinco zanahorias y una lechosa (papaya) para que le alcance el dinero.

“Todo se va en pagar comida”, dice Álvarez a la Voz de América. Su pensión de 3,5 dólares por mes y reúne otros 30 dólares adicionales trabajando como doméstica.

Sin embargo, hay quienes creen que hay una ligera mejoría en comparación con años anteriores. Rosalba Morales, de 50 años, estima que los precios de los alimentos “están contenidos, no han aumentado tanto”.

También ama de casa jubilada, relata que lo más difícil de pagar en este momento son los servicios de internet de alta velocidad o fibra óptica. Suelen costar unos 30 dólares por mes y prefiere dedicar ese dinero a otros gastos del hogar.

Las hortalizas se venden a 1,20 dólares por kilogramo en un mercado popular del este de Caracas
Las hortalizas se venden a 1,20 dólares por kilogramo en un mercado popular del este de Caracas

Incredulidad en marcha

“Las cifras del Banco Central no las creo”, dice tajantemente a la VOA, el economista José Guerra, exdiputado opositor al chavismo y también exdirector del BCV.

“No puedo creer en un instituto que pasó tres años sin publicar las cifras de inflación, y en ese interín, no se sabe qué pasó con la muestra que están utilizando, no publican los datos por regiones. Usan la data políticamente”.

“El BCV ha ocultado cifras de Producto Interno Bruto desde marzo 2019, balanza de pagos desde marzo de 2019, remuneraciones desde 2011. No se le puede creer absolutamente nada” insiste el especialista.

Guerra es también parte del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF), un centro de investigación creado para contrarrestar la falta de estadísticas económicas en el país. El OVF calcula que la inflación en mayo en realidad fue del 2,4 %.

Pese a la diferencia en las cifras, Guerra coincide en que ha habido una desaceleración de la inflación y atribuye este fenómeno a la intervención que hace el gobierno al mercado cambiario.

Compra de 24$ en un supermercado de Caracas: detergente, desinfectante, insecticida, bananos, pasta, dos latas de atún y dos kilos de harina
Compra de 24$ en un supermercado de Caracas: detergente, desinfectante, insecticida, bananos, pasta, dos latas de atún y dos kilos de harina

Esta semana, según los números de Guerra, el BCV vendió unos 200 millones de dólares, “una cifra muy alta, con el objeto de tener estabilizado el tipo de cambio y que eso no se traduzca en inflación”, explica.

¿Cuánto durará esa desaceleración? “Nadie lo sabe", responde Guerra. “Estos episodios de tipo de cambio estabilizado sin reservas y con inflaciones todavía altas, tarde o temprano terminan expresándose en una devaluación de la moneda, no sé a qué intensidad, pero de que va a reventar, va a reventar”.

Un precio baja, otro sube

En el mismo mercado de Caracas, Jorge Dixon, de 49 años, dice notar una “estabilización e incluso una disminución” en los precios de los alimentos, pero resiente, por otra parte, un incremento en los servicios de salud.

“Me dio dengue y el examen hematológico costó 70 dólares. Me pareció muy caro, una consulta médica vale 100 dólares. Son precios elevados para lo que gana la población”, indica.

Dixon es comerciante, y sostiene que “la carga impositiva ha aumentado desproporcionadamente”, igual que las tarifas de la electricidad y el aseo. “Es una cosa grosera, es lo que se hace más pesado”, cuenta a la VOA.

Precisamente, las categorías que más aumentaron en mayo, en Venezuela, fueron comunicaciones (8 %), aseo urbano (7,9 %), la televisión por suscripción (7,1 %), la telefonía celular 6,3 % y la telefonía fija (7,3 %), de acuerdo con el OVF.

El economista y profesor universitario Aldo Contreras comenta que, más allá de que las cifras oficiales de inflación sean creíbles, los “problemas estructurales” de la economía, como los salarios bajos de la mayoría de la gente, siguen vigentes.

El salario mínimo en Venezuela sigue fijado en 130 bolívares, poco más de 3 dólares. Según el centro de estudios Equilibrium Cende, el 80 % de la población económicamente activa del país vive con 100 dólares o menos al mes.

Se calcula que sólo 3 % de los venezolanos gana 1.000 dólares o más cada 30 días en un país donde la canasta alimentaria familiar roza los 554 dólares, según estimaciones de organismos independientes.

Contreras opina que hay “opacidad” en los reportes del Banco Central, donde se omiten cifras macroeconómicas y detalles de relevancia. Dice observar que la mayoría de los venezolanos no ve traducido el supuesto freno oficial a la inflación, de sólo 8,9 puntos acumulados este año, en una mejoría de su poder adquisitivo.

Sin nada en los bolsillos

En Maracaibo, a 700 kilómetros de Caracas, Javier Montiel, un zapatero de la etnia indígena wayuu, cobra 4 dólares por una reparación de calzados, mientras cada paquete de pañales para su hijo, de 1 año, cuesta 8 dólares.

“A veces me toca irme a la casa pelao’”, es decir, sin ganancias, confiesa a la VOA sentado frente a su puesto de trabajo, una mesa plástica deteriorada, refugiado bajo la sombra de un frondoso árbol.

“La crisis pega demasiado, no alcanzan los cobres. La platica se va de nada. Diez ‘dolitas’ (dólares) no rinden”, dice, antes de admitir que sopesa subir sus precios, que siempre habían estado “estables” para poder llevarle el ritmo al costo de la vida.

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